Escrito por Luis Manuel Pimentel
Me gustó la idea de saber lo que pensaba el Dr. José Enrique Finol sobre el actual fenómeno de la pandemia, además de ser un espectador vivencial al estar radicado en Ecuador, país de América del Sur que ha sufrido con mayor incidencia de mortalidad el Covid 19.
Finol, analiza y le da sentido a lo que observaba en vivo y directo, lo que sucedió con los cuerpos fallecidos, además de seguir su línea de investigación sobre los ritos funerarios. Aquella realidad me parecía que era material como para escribir crónicas crudas sobre las familias y lo que pasaba con los cuerpos, historias que se fueron multiplicando en varias regiones latinoamericanas.
Como buen maestro, y mejor aún, como gran semiotista, el Dr. Finol se ha dedicado a pensar en la complejidad de los signos actuales en relación a la transformación que están viviendo los seres humanos enfocado en los ritos, el cuerpo y los espacios. Por tal motivo, quise acercarme con estas preguntas, para que nos brinde su lectura, en medio de estos signos de crisis.
Fotografía de bbc.com
¿Crees que la pandemia nos está transformando como sociedad? ¿En qué sentido?
JEF: El fenómeno sanitario que es la pandemia se convierte en un fenómeno social, en un fenómeno político, en un conflicto de la vida social. El problema es que estamos frente un acontecimiento que rompe numerosos parámetros, y justamente los trabajos que se están haciendo sobre la pandemia en distintos temas tienen que ver con las rupturas que a distintos niveles se están produciendo. Como dice Camus “la peste cambia la ciudad completamente” y creo que esto nos va ocurriendo a todos. La pandemia ha cambiado nuestras formas de actuar y de relacionarnos con/en los espacios sociales y también nuestras relaciones intersubjetivas.
Nosotros como científicos sociales debemos reflexionar sobre esos fenómenos, aunque se nos haga difícil, porque es arduo reflexionar sobre fenómenos que están ocurriendo en el momento, no lo podemos ver en la distancia histórica, no hay posibilidad de distanciamiento epistemológico; sin embargo, es importante y pertinente hacerlo porque nos ayuda a formular hipótesis, a pesar de las limitaciones de información, que contribuyan a comprender lo que está pasando y a vislumbrar lo que podría pasar.
¿Cómo has percibido los cambios en los ritos comunes y los ritos funerarios debido a la pandemia?
JEF: Fíjate. El cumpleaños, por ejemplo, se convirtió en un ritual de dos o cuatro personas. Antes, llegaban los invitados, se presentaban varios con la torta o el pastel, los tragos, la comida, pero ahora vivencialmente se hacen los cumpleaños a través de un video, y luego se envían a los amigos y familiares; es una nueva manera de compartir ese rito a través de medios tecnológicos con mucho menos número de personas, pero con más potencia en su reproducción tecnológica.
A nivel de los ritos funerarios, he releído por tercera vez La Peste de Albert Camus. Él en esa novela cuenta cómo la peste que ocurre en Orán, Argelia, va desapareciendo los ritos funerarios. Esa reunión de familiares típica de un rito de mayor densidad, porque nuestros rituales relacionados con la muerte son muy intensos, ha venido debilitándose, modificándose, transformándose en relación con la pandemia y con las circunstancias de la muerte actual.
Aquí, en Ecuador, ha sido noticia mundial la ciudad de Guayaquil, una de las ciudades más importante del país, donde se han quemado cadáveres en las calles, hay fosas comunes donde se lanzaron los cuerpos sin ninguna clase de rito que ayude, por un lado, a facilitar el tránsito hacia otros escenarios para las personas religiosas, pero también a facilitar la aceptación de esas personas que quedan vivas para poder luchar con el duelo y poderlo superar. La pandemia ha traído transformaciones en los ritos, pero también en las relaciones corporales, ahora caminamos a dos metros de la gente, cuando alguien viene muy cerca por la acera nos desplazamos a la otra acera, en los centros comerciales nos exigen que estemos a cierta distancia, y por eso este tipo de relaciones corpo-espaciales nos ha transformado de manera increíble.
¿Qué podría decirnos de la relación cuerpo – pandemia y los ritos funerales actuales?
JEF: En la pandemia el cuerpo adquiere transformaciones y el sentido de la muerte también. El diario de la BBC entrevistó a un guayaquileño que tuvo que sobornar a los vigilantes para entrar al depósito de cadáveres y buscar el de su padre, porque no había quien se lo entregara. Al final, después de mucho luchar le dijeron que ese era el cuerpo de su papá, se lo entregaron y se lo llevó. Cuando abrió la bolsa plástica, era otra persona. Entonces interviene aquí un problema de la identidad corporal y de la identidad como relación entre padre e hijo, y esa relación se desaparece. Más allá de encierro, de la falta de contacto, del abrazo, del estrechar las manos, de esas cosas que se han alejado en la pandemia, una de las angustias más terribles es la de esa otra muerte, es otro cuerpo; es otra relación distinta que nos hace pensar sobre los valores que las culturas tenían y que quedan prácticamente hecho añicos. Hoy hay que preguntarse cómo vamos a reconstruir esas huellas de identidad perdidas, huellas que los ritos construyeron y solidificaron a través de mucho tiempo. Dependerá de la capacidad de resiliencia de cada sociedad o grupo.
En los ritos funerarios actuales se limita el número de personas, el número de horas, y ha habido familias que han hecho velorios clandestinos. Por ejemplo, en Ecuador se han hecho protestas por que no se entregan los cadáveres directamente a los familiares. Los velorios tradicionalmente duraban un día completo y se han venido acortando a horas y a veces ni siquiera los hay. En Brasil, que es uno de los países más afectados, los entierros se dan en forma pasiva, no se permite el acceso a las personas e incluso no hay lápidas ni leyendas identificadoras de los cuerpos. Durante la última dictadura argentina, los cuerpos de muchos opositores fueron lanzados al mar desde helicópteros. Cuando se descubrió que habían sido lanzados no había forma de hacerle velorios, porque no había cuerpos, entonces se recurrió como sustituto colocar fotografías, ropas, zapatos, de esas personas para poder velar un cuerpo que no estaba. Esta ausencia de cuerpos crea situaciones terribles porque significa la ausencia de ritos velatorios propios que den paso al duelo y a la aceptación.
¿Cómo podría aplicarse los conceptos de territorio y lugar, por ejemplo, a los confesionarios o los consultorios médicos, espacios que tienen una gran carga semiótica, que no son precisamente espacios ni públicos ni privados?
JEF: A menudo no es en los extremos donde esté la mayor carga de la riqueza semiótica, simbólica, significativa que nos debe llamar la atención, sino en esos espacios intermedios que son mestizos, híbridos, donde se da un entrecruzamiento, porque es allí donde radica la mayor riqueza antropológica y semiótica. Te pongo el ejemplo de los buhoneros o vendedores ambulantes: ellos no habitan propiamente en un espacio, pero pasan mucho tiempo allí, no es su hogar y no se trata propiamente de un lugar. Ellos comparten características de lugar y de territorio, creo que para mí es un reto desarrollar una conceptualización más diferenciada entre esos dos extremos que he llamado territorio y lugar; creo que es un tema que debo trabajar más de modo que podamos ver esas otras riquezas y darle conceptualizaciones específicas. La primera publicación que hice sobre ese tema de lugares y territorios fue en la revista de la Universidad del Zulia, Utopía y Praxis, y me quedó la curiosidad de construir un modelo en el que haya una mayor discriminación de esos dos extremos.
El confesionario y el consultorio son temas interesantes para reflexionar. El consultorio médico y el confesionario serían espacios que yo llamaría punto, pues forman parte de un espacio mayor (la iglesia, el hospital), los cuales satisfacen los requisitos del territorio, pues son predominantemente espacios de tránsito y no de habitabilidad y permanencia, como el hogar. Se asemejan también en que ambos son espacios de búsqueda (la salud del alma y la salud del cuerpo), y que la interacción es entre individuos que, en general, no comparten lazos familiares ni amistosos. En la familia estamos compartiendo una serie de valores que son más o menos comunes, pero en el confesionario estamos ante un actor que no pertenece a nuestra familia, que no es nuestro amigo, es un pastor o un sacerdote. Entonces, esas variables son las que le dan riqueza a nuestro análisis cuando examinamos las relaciones entre cuerpo, tiempo, espacios, lugares, territorios.
Fotografía de infobae.com
¿Cuáles son los actos más extraños y simbólicos que se haya enterado en cuanto a los rituales funerarios en pandemia?
Diría que junto a la supresión de los ritos velatorios y a la transformación de los ritos celebratorios (cumpleaños, matrimonios, aniversarios), y también a causa de ello, nos hemos encontrado con fenómenos de pérdida de identidad. Dos ejemplos:
– “Los cadáveres se amontonan en Guayaquil por el coronavirus”.
(Diario La Vanguardia, 02/04/2020).
– “Hospital del IESS se disculpa por los desaparecidos en la pandemia por COVID-19″.
(Diario Expreso, 23/08/2020).
Esta situación revela la terrible realidad de cuerpos sin identidad y de familiares y amigos que no pueden reconocer sus vínculos con la persona fallecida. No había nombres y ya sabemos que junto a la fotografía es el nombre lo que institucional y socialmente nos identifica, por ello están en nuestros documentos. Estas ausencias y pérdidas de cadáveres –padres, madres, hijos- crean un vacío corporal, un vacío semiótico, difícil de llenar pues él implica sentimientos, emociones, pasiones, huellas, que están atadas a un cuerpo, a su identidad, a su historia. La misma ausencia de ritos velatorios abunda y ahonda ese vacío semiótico tan difícil de llenar.
¿En un ejercicio de ficción y realidad, cómo vislumbra el futuro en la post-pandemia y los nuevos ritos?
El futuro de nuestras sociedades en la post-pandemia dependerá de la capacidad de resiliencia de cada una de ellas. Pero sin duda habrá cambios profundos, heridas abiertas y huellas indelebles en nuestras formas de relacionarnos y de entendernos. Y eso afectará a un par de generaciones hasta el momento en que, como dice Albert Camus en La Peste, y llegue “el día en que otra peste despierte su aluvión de ratas y las envíe a morir en una ciudad hasta entonces feliz”.
En cuanto a los rituales, poderosos instrumentos simbólicos que expresan el espíritu gregario, crean identidades y pertenencias y solidifican grupos, comunidades y sociedades, creo que regresarán cada vez más fuertes, con una mayor densidad y eficacia simbólicas, pues ellos articulan las relaciones sociales y grupales, ellos son una manera de expresar lo que somos, aquello en lo que creemos y aquello que nos diferencia de otros grupos y sociedades.
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INVITACIÓN AL TALLER: Durante el mes de octubre de 2021, bajo la coordinación académica de El signo inVisible, El Dr. José Enrique Finol estará impartiendo un taller que ha llamado: Antropo-semióticas del cuerpo: visiones, escenarios y tensiones. Si desea tener más información puedes visitar el siguiente enlace: https://elsignoinvisible.com/taller-antropo-semioticas-del-cuerpo-visiones-escenarios-y-tensiones-por-jose-enrique-finol/
Me gustó mucho Luis. Interesante reflexión, espero podamos superar todo esto. Te envío un abrazo.
Hay una evidente transformación que llegó para quedarse. De una forma trágica, y nos va generando nuevos signos. Hemos sufrido como sociedad los estragos de una muerte que ha presionado para que surjan nuevos ritos. Saludos Sandra y gracias.