In memoriam

 

Escrito por Sofía Gamboa Duarte

Los laberintos visuales de Zubillaga abarcaron tanto la virginal naturaleza como conglomerados centros urbanos

La obra gráfica de Leticia Zubillaga, construida desde hace varias décadas mediante el descubrimiento de un lenguaje propio y el establecimiento del característico estilo de la artista, parte del dominio de técnicas tradicionales que poco a poco se fueron extendiendo tanto a las técnicas más recientes como a las experimentales.

Con un minucioso trabajo de años de consistencia, Zubillaga logró la expresividad de una imagen cada vez más depurada en un vaivén entre lo figurativo y la abstracción, así como en la búsqueda de elementos orgánicos. Entre los dedos de la artista un ínfimo detalle se convierte en textura que seduce, que despierta la imaginación y vuelca las emociones del espectador en una evocación constante de sensuales motivos.

Un elegante y rítmico trazo en blanco y negro expresas formas de troncos y ramas en finas imágenes litográficas. Figuras contorsionadas por violentos movimientos, etéreas líneas en seductoras danzas, entes estáticos en parsimoniosa contemplación con la arrogancia de saberse poseedores de una belleza admirable son los protagonistas en torno a los cuales se multiplican los claroscuros sobre el níveo papel de algodón.

Texturas de rocas, de madera horadara por la misma naturaleza, la luna, todo aquello iluminado por ella e incluso su misma luz sobre tierra y mar protagonizan historias en imágenes llenas de misterio y seducción. Enamorada de la naturaleza y de la sublimidad que nos recorre durante su contemplación, Leticia compartió las alegrías de esta convivencia como manantial de salud emocional tan mermado en la actualidad.

Texturas

Los laberintos visuales de Zubillaga abarcaron tanto la virginal naturaleza como conglomerados centros urbanos. Cautivada por monumentales edificios de distintos períodos históricos, extrajo una imagen de la edificación completa o de un fragmento para cautivar la mirada del espectador a través de distintos mensajes.

A pesar de que en las obras con tema arquitectónico se mantienen elementos orgánicos, sus motivos son etéreos y el efecto visual posee una transparencia casi metafísica. El viento, al atravesar la materia, la forma robando pequeños destellos de luz en sus diminutos orificios; un detalle del relieve barroco en la cantera de Zacatecas, es trabajado con minuciosa pericia, también vistas panorámicas de un templo emblemático o el mismo centro de la ciudad donde se observan pétreos edificios llenos de esculturas, entre callejones cubiertos por adoquín.La artista integró en sus trabajos arquitectónicos los matices de la tierra, no de arcillas secas arrojadas por los mares o por los vientos del desierto, sino el marrón del terreno fértil que atestigua la trasformación de una semilla en los cíclicos episodios de nacimiento y muerte; por lo que el resultado son imágenes más viscerales sin perder su contenido estético.

 

La serie de arquitectura no sólo incluye los tradicionales sepias y ocres, sino que los combina con azules, verdes y grisáceos violetas que dan atmósferas urbanas de gran delicadeza y entrañables vivencias.

Yerguen majestuosos en una vista cotidiana el palacio de Bellas Artes y la Torre latinoamericana, emblemas de la cultura mexicana y signos de identidad nacional. También realizó Zubillaga un grabado con la Catedral de Chilpancingo, su tierra natal, donde Morelos escribió Los sentimientos de la nación y abolió la esclavitud en 1813. Leticia realizó linóleos con varios edificios de Zacatecas y municipios colindantes, en los cuales se observa el amplio horizonte de la ciudad, su observatorio astronómico y la cúspide del cerro de La bufa coronada por un ondulante firmamento, característico en la obra de Leticia. El envolvente cielo tras la arcada del acueducto El cubo, o sobre el solitario templo del pueblo minero de Vetagrande, evocó el aroma que despiden los objetos en la composición y el sonido emitido por cada uno.

El universo gráfico de Leticia Zubillaga no está conformado únicamente por imágenes, sino que las formas y texturas que nos presentó poseen la particularidad de evocar sonidos y aromas en la hipnótica contemplación de sensaciones; experiencia que nos sumerge en la perpetua danza de la naturaleza con ruidos de insectos y objetos que no vemos o con el movimiento de animales y entes inanimados que por sí mismos carecen de la fuerza suficiente para cualquier traslado. Nos evocan también los pasos sobre los adoquines de antiguas calles en ciudades mineras.

La obra de Zubillaga consistió en espacios que invita al espectador, inundan los sentidos y desplazan la percepción a la vida fuera del hombre para dirigirla hacia la naturaleza pura sin roces ni vestigios de civilización alguna. Su trabajo contiene el hechizo de una imagen hipnótica, por ejemplo, forjada por aire a partir de la textura y formas de los troncos de un árbol, que contiene el infinito celeste reflejado en la vegetación campestre. Los trazos, matices y formas determinados por Leticia Zubillaga fueron un vistazo panorámico, detallado y minucioso del génesis de la creación artística de unas talentosas manos y una fina sensibilidad eterna.

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