Constantemente el espectador se enfrenta a la problemática de descifrar una obra de arte frente a cualquier pieza de alguna disciplina artística, como lo es la pintura, escultura, performance, entre otras.
Es aventurado dar una definición única y/o exacta de qué es el arte, sin embargo, los estudiosos concluyen que el arte es una disciplina que tiene un lenguaje propio, realizada por personas que comunican a través de signos convencionales lo que desean expresar. Es una creación original y única que es elaborada en conexión con el propio ser, espíritu e inspiración de quien la realiza. Esto se obtiene durante el proceso creativo, a través de su simbología, sentimientos y vivencias plasmadas en elementos de forma subjetiva y en algunos casos objetiva.
La técnica que se utiliza va de la mano con lo que se quiere y cómo se quiere comunicar, para analizar asimismo el contexto general de una obra, como son los valores estéticos de la misma, con los cuales se genera una enseñanza y un aprendizaje del artista hacia el espectador, tomando en cuenta los siguientes elementos que son: el contexto histórico, emociones, sentimientos e ideas que los conectan con la obra, tanto al productor como al espectador. En este espacio con dichas características, el artista cuenta su verdad, su forma de pensar respecto a la vida, así como su visión del mundo en el cual habita. Su realidad es subjetiva al resto de las demás personas y obras artísticas, pero puede ser descifrado su lenguaje, comprendiendo y estudiando su propio código, así como el contexto en el que fue desarrollado.
Según Gombrich, en su libro La Historia del Arte (2009), la naturaleza del arte reside dentro del artista. Es la manifestación espiritual que es plasmada como obra artística, la cual comunica dejando de lado la belleza y la fealdad de la misma, simplemente como un medio o bien, como un vehículo para comunicar lo que el artista percibe objetiva y subjetivamente. A priori se ha criticado negativamente al artista y su obra dentro de los estándares de belleza establecidos, juzgando el estilo y hasta su habilidad creativa, sin comprender la realidad de lo que el artista quiere comunicar y la perspectiva con la que ve y crea su obra.
Umberto Eco, otro experto en el tema, manifiesta en su libro Historia de la Fealdad (2007) cómo la perspectiva de una imagen puede ser interpretada de manera distinta por cada observador, tomando distintas reacciones, como por ejemplo el tema sobre el martirio de Cristo, que según la época y el contexto que lo representaban de forma idealizada. Era plasmado, como el buen pastor (durante el arte Paleocristiano) o como un Dios (arte Bizantino). Después como un hombre torturado y sangrante clavado en la cruz (desde el Gótico). Esto no se consideraba un tema iconográfico por fuertes disputas teológicas dentro el catolicismo, hasta que en la etapa de la Edad Media se comenzó a retratar a un Cristo sufriente. Posteriormente, con el Renacimiento y el Barroco, que además de intensificar el naturalismo de las imágenes, era representado con un sentido, de lo que Umberto Eco llama: “la erótica del dolor”.
Por su parte, Jan Mukarovsky en su texto “Signo, Función, y Valor: estética y semiótica del arte (2000)”, expone que la obra tiene que analizarse como un signo compuesto por un símbolo, un significado y la relación de los fenómenos sociales, aunado al contexto histórico, psicológico y comunicativo de la obra al espectador. La obra tendrá varios significados dependiendo de lo que el autor quiso comunicar y cómo el espectador la interpreta según su criterio y experiencia. Asimismo, el contexto histórico y psicológico juega un papel muy importante para la interpretación de la obra. Composiciones, colores, formas, líneas y todo lo que contiene una obra artística es importante, debido a que en el arte todo significa “algo”, hasta el formato o el soporte donde fue realizado, sobre todo cuando se habla de arte atemático como lo es el surrealismo. Como dice el autor “La obra de arte desempeña doble función sígnica, autónoma y comunicativa”, y para esto es muy importante la investigación teórica sobre la obra, porque en ella se puede hablar de una realidad o de una ficción dentro de la misma sin valor existencial. Por lo tanto, el valor o carácter sígnico de la obra debe estudiarse a profundidad porque de lo contrario la obra artística se presentará incompleta.
En el arte la realidad es subjetiva, como ya es sabido. Esa subjetividad es plasmada en una obra según lo que el artista ve en su modelo o quiere expresar de él. Sin embargo, a pesar de que en muchas ocasiones lo que se pinta o se plasma en la obra no es idéntico al modelo, éste continúa con sus rasgos característicos y estructurales que la identifican, revelando la identidad visual del elemento por medio de significantes. Esto quiere decir que la relación existente entre la imagen y la realidad coexisten en una obra, que el espectador percibe la imagen dentro de una realidad modelada de tres tipos: la representación, el símbolo y el signo.
- La función representativa, es cuando la imagen sustituye a la realidad, pero guarda ciertos aspectos de la imagen original, y ésta siempre será más abstracta que su original.
- La función simbólica, es cuando el símbolo atribuye su forma a un concepto. Es cuando la representación figurativa se conceptualiza como un concepto genérico y se relaciona visualmente con un significado.
- La función convencional, es cuando ya la imagen actúa como símbolo y sustituye a la realidad, e incluso la imagen es irreal o inexistente pero creada con una finalidad visual, como las señales de tráfico, por ejemplo.
El espectador juega un papel muy importante al observar la imagen ya que se conjugan los procesos de conducta dentro de él (sensación, percepción, memoria, atención, motivación, aprendizaje, pensamiento y personalidad), lo que significa que los resultados de la interpretación de la obra por parte de espectador serán impredecibles. De los tres tipos de modelización antes mencionados, solo el primero, la función representativa, tiene una relación de semejanza con la imagen y la realidad.
En la cultura por lo general, también la semiótica juega un papel muy importante, ya que se concreta en dos hechos culturales vistos desde la comunicación: la verbalización y el lenguaje los cuales están conformados por signos; en este universo los signos se introducen a la reflexión semiótica en busca de estructuras y de manifestaciones de sentidos que expresan los lenguajes. Comprender una cultura es cómo aprender un lenguaje, aunque ambos son fenómenos distintos, pero el lenguaje es la forma cultural más acabada de la comunicación humana. La comunicación se construye a partir de algún código de significación, es decir sobre un sistema de signos. El trabajo fundamental de la cultura consiste en organizar estructuralmente el mundo que rodea al hombre para crear alrededor de este una socio esfera, una relación social. La cultura sirve como producción y reproducción social de sentido mediante los signos y lenguajes que lo expresan y que crean la semiosfera (ambiente semiótico) en la cual nos movemos.
Como podemos apreciar en esta breve explicación sobre semiótica, (compartiendo ciertas obras de arte crisitano para generar un aproximación teórica a la aplicabilidad en la imagen), su importancia en el mundo del arte conlleva estrictamente a estudios profundos sobre sus significados, para así descifrar el lenguaje particular de cada obra artística que aunado al artista y su contexto personal, nos revela por medio de códigos, historias inimaginables a simple vista, por ello la importancia de conocer un poco sobre el significado de los símbolos, al artista y la obra en sí, para deleitarnos con dichas expresiones de forma más precisa sin importar la época y forma en la que ésta fue creada.