Signos de los tiempos: las generaciones se suceden a ritmos cada vez más frenéticos.

Lejos los tiempos de los boomers, a los que pertenezco, hemos transitado por los millenials, los Z, los X y, quizá, otros más –yo ya no me hallo–, en ese u otro orden. Los Z encuentran obsoletos a los millenials, los millenials a los X y todos ellos a los boomers. La división va más allá de modas y estilos musicales, se traduce en formas de vida que traducen concepciones del mundo cambiantes, pero sin llegar a la solemnidad de los boomers y de los jípis. Son sensibilidades distintas y modos diversos de enfrentar la cotidianeidad y el futuro.

Tenemos aquí, en El signo inVisible, un signo de nuestro tiempo que apela a las distintas generaciones. No es boomer, ni millenial, ni X, Y o Z, pero es resueltamente actual y vigente tanto en su formato como en su contenido: medio textual y audiovisual en línea, su vocación es la de proporcionar una mirada semiótica a «prácticas sociales emergentes».

¿Qué son esas prácticas?

Aquello que emerge no es algo ya dado, sino original, no es algo conocido, sino novedoso. Es algo que se anuncia y se figura incoativamente pero cuya identidad todavía es incierta, sobre todo si consideramos que ésta última se obtiene por reconocimiento de una trayectoria que está por venir. Sin tener todavía pasado esas prácticas no se asientan en el pasado, sino en el futuro como una posibilidad, más que como una certeza. La semiótica a la que El Signo invisible nos invita es, pues, la de una mirada sobre lo que aún no está, pero que ya se anuncia. Es una semiótica que debe adaptarse e innovar con respecto a la incipiencia de lo que aborda. En ese sentido, ni las prácticas, ni la semiótica son X, Y o Z, sino que corresponden a un alfabeto cuyas letras están todavía por inventar. Como parte de un proceso de visibilización: así interpreto yo la invisibilidad a la que alude el título; señales que anuncia lo que llegará a ser visto.

Frente a la aceleración del tiempo y la ansiedad que suscita, se ensayan nuevas maneras de interacción y comunicación. Los medios electrónicos ofrecen un campo de exploración que los miembros de las distintas generaciones recorren con entusiasmo o con prudencia, dependiendo del temperamento y la edad.

Es comprensible que, en los ámbitos académicos y culturales, las formas tradicionales de expresión, los sustratos materiales del discurso hayan cambiado y ofrezcan ahora posibilidades que poco a poco vamos concretando. Se han acabado los tiempos en que estas comunidades entablaban comunicación únicamente a través del papel, en revistas y pesados libros y, en menor medida, por teléfono (la larga distancia era cara). Recuerdo que, en los años 80, surgió en la Universidad creo que de Nebraska la idea de publicar regularmente un pequeño panfleto con las últimas novedades semióticas: publicaciones, eventos, noticias diversas. La idea duró poco, dos o tres números, quizá porque la agilidad del medio no se acordaba con la lentitud de la difusión de entonces.

Frente a las publicaciones lastradas por su pasado y sujetas a pesadas inercias, El signo inVisible apuesta por un medio que ofrece la inmediatez de la respuesta, su oportunidad y presteza. Los medios académicos tradicionales están inscritos en una lógica de la productividad cuantificable, llena de requisitos, dictámenes, informes y revisiones que garanticen la pretendida calidad del producto. Estos medios no son intermediarios en la comunicación, sino punto final de una cadena productiva regida por las reglas del mercado. Sus publicaciones existen para el currículum, pero no para los lectores. Dejemos a esas empresas las tareas que les incumben, pero ofrezcamos, al lado, formas nuevas de establecer la convivencia académica.

Por eso soy especialmente sensible a los nuevos recursos informativos e interactivos que, ahora sí, armonizan agilidad de factura y de publicación. La novedad ya puede ser llamada novedad y no noticia del periódico de ayer. El alcance se ha extendido, pues todos estamos a unos clics de distancia. La colaboración se incrementa, los intercambios también, y por qué no, las cordialidades.

Tenemos amigos, conocidos, colegas en los cuatro puntos del globo, de los que nos separa únicamente la prudencia de respetar los husos horarios. Un medio electrónico como El signo inVisible, no sólo ofrece alternativas a la publicación tradicional, sino que pugna por mantener la riqueza de la comunicación en línea, lejos de los whatsapazos, de las líneas tuiteadas y de los emojis. La calidad y profusión del conocimiento se mide por la cantidad de palabras: ideas claras exigen expresión sencilla, ideas complejas exigen amplitud del verbo. La publicación electrónica compagina con ambas posibilidades.

Acorde con este panorama, los medios han cambiado, pero también lo han hecho sus contenidos. La divulgación y fomento de la mirada semiótica se enfoca, así, en textos visuales o escritos, pero también en la corporalidad, en pandemias y videopoemas, expresiones plásticas y fílmicas audaces, formas originales de convivencia. Esta riqueza de contenidos es signo de una actualidad que nos avasalla y nos sorprende.

Pero, he aquí una petición que dirijo al equipo editorial, no olvidemos los objetos tradicionales de estudio semiótico, literatura, pintura, mito y rituales tradicionales. No olvidemos tampoco dar cuenta de la práctica semiótica, el minucioso aprendizaje y aplicación de instrumentos analíticos. Y, por último, no olvidemos que la semiótica, si bien para muchos es una vocación, para otros tantos también es una profesión que se ejerce y que busca su validación.

Saludo al equipo editorial, a ese conjunto multinacional (en el sentido noble de esas palabras, que también lo tiene), pletórico de múltiples y variadas competencias, que nos ofrecen lo mejor de sus talentos para que vislumbremos esos signos incipientes de nuestros tiempos.


ROBERTO FLORES ORTIZ es Doctor en Ciencias del Lenguaje (opción semiolingüística) por la Universidad de París III-Sorbona Nueva. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1994. Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas. Autor del libro El Amor de las Razones. Saber e interacción en la Historia de las Indias de fray Diego Durán. Editor del libro Formas de vida, publicado en la revista Tópicos del Seminario. Traductor de varios libros y artículos en las áreas de semántica y semiótica. Fue subdirector general de METACOM-CIBEROAMÉRICA. Profesor-investigador de tiempo completo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (E.N.A.H.) en la Licenciatura y la Maestría en Lingüística y en el Doctorado en Antropología. A publicado más de 60 artículos en semiótica.