Palabras para agradecer el Homenaje a mi trayectoria literaria en la Casa de Libro de la UNAM organizado por la Casa Marie José-Octavio Paz, el viernes 17 de mayo del 2024.

 

Desde los cinco años escribo poesía con el impulso innato de alcanzar una conciencia cósmica que logre  transformar el universo, era un sueño de niño que contenía otras palabras, aún más inocentes pero más peligrosas. Claro, escribía poesía sin saber que era poesía, aprendí a leer y escribir antes de entrar a la primaria. Esta conciencia original, intuitiva primero, surgió de la esencia de mis dos lenguas madres, el didzhazá (mi madre era zapoteca), la lengua nube (lengua que apenas recuerdo pero creo renace en mí cuando escribo poesía. Cuando llegué a la primaria mi madre erróneamente dejó de hablarme en didxazá, pensando que así no obstaculizaría mi aprendizaje en español. La nostalgia por la lengua nube forma parte esencial de mi poesía y su estructura y cosmovisión influyen desde los estratos más profundos, lingüísticos, míticos y arquetípicos en su forma.

Es la nostalgia por la materia primordial, por la madre universal, por el origen, por la naturaleza). La otra lengua es el español de los grandes poetas de Córdoba, mi cuna natal, el trópico antientrópico de las altas montañas, la lengua erotizada del cerezo del café, lenguas que como una lengua de fuego me hechizaban bajo la luz del río de la Vía Láctea formado con todas las palabras de la eternidad. Estas dos conciencias particulares del firmamento buscaban unirse para llegar a la unidad del origen lingüístico y por lo tanto del universo, del Uni-verso. Así, en la medida en que se desarrollaba mi poesía y se enriquecía con mi tercera lengua madre, el ruso (lo de poseer al menos, como poeta, una segunda lengua materna es un concepto de Joseph Brodsky) que entroncaba en su origen con el didzhazá (la palabra nube), pues en un libro Poética de la Sincronicidad, la lengua de Adán y Eva, expuse las raíces fonético-fonológicas y semánticas que coexisten entre estas lenguas, para mí una gran y afortunada Sincronicidad.

            Esta idea esplendorosa de que a través de la palabra y su unidad, la fuente única de donde todo mana, se realizaba el mundo y la materia, las Sincronicidades, donde materia y mente ya no están separadas, devino en la certeza de un papel esencial teleológico de la poesía, del universo: el cosmos arquetipal estaba en el origen y éste era la semilla de la palabra, cuna del verdadero Ser trascendental. De tal forma que a mayor conciencia cósmica a través del verso-verbo, llegaba a la creación sagrada, a la trasmutación del hombre, la materia y del éter retornándolos a su condición divina, a esa conciencia que para mí ahora es muy clara y me revela que el yo individual trascendido se convierte en el Dios único en mi persona —y en el que a esto llegue—,  y en la conciencia del esplendor de la felicidad total que trasciende a la muerte, alcanzada esta gnosis a través de la lengua, del verso y de la más alta lucidez del pensamiento estructurado —la escala platónica, pitagórica, órfica, con la música como transporte principal: no concibo una poesía sin ésta—. Imago, Imaginación, Magia, que pudiera limitar con la locura para muchos o la soberbia más peligrosa, para otros. Para mí no están separados los libros que cultivo de los jardines que escribo. Mis palabras y su proyección de la realidad: hay un intenso diálogo de éstas con el mundo que transforman y que éste pule como el cristal de Spinoza más transparente.

            Así los astros se comenzaron a alinear y por eso estoy aquí diciendo esta verdad que es mi verdad pero que ya está en el narcisismo divino de Juan Ramón Jiménez, por ejemplo, o en el mayor secreto del Zohar o los grandes rabinos demiurgos como Judá León y Gikatilla, así como en la mística ismaeslí, en la iraní, en la del Ángel, en Henry Corbin, en Ibn Arabi, Rumi, San Juan, etc.

            Pulida esta conciencia sagrada y cósmica, arquetipal, despliegue verdadero del origen, sentido teleológico, fin en sí, final del camino de este universo: nosotros somos su conciencia y ese es el sentido de nuestra existencia, ser la conciencia del universo, o del Verso, del Verbo, del Ver. Certeza, hablante y transformante, que es lo mismo que el amor sideral, el canto de las notas cristalinas más altas. Así se abre a la creación de otro universo superior donde el reino de la muerte se supera y la conciencia de la felicidad es la felicidad de la conciencia, conciencia mayor que es la Poesía, el amor astral, la firma en la página del firmamento por el rayo de una luz más profunda, más intensa, la plenitud, y del Misterio que nos habla al fin, verdadero fin de este mundo agónico vacío.

            El ser para la muerte es el Ser para la superación de la muerte, el Ser trascendente, el Ser para la Vida.

            Luz apolínea, esplendorosa, pura, más humana y cósmica: el orden, diálogo y equilibrio del caos. Por esto, alcanzada esta hybris armoniosa, esta razón a través de la palabra poética para la realización de la Casa del Ser y la anulación del tiempo para siempre, se alinean sobre su tejado las estrellas que ya me estaban deparadas para esta epopeya personal, no obstante astral, desde la fecha de mi nacimiento en que se escribió la historia de mi vida y mi poesía y que ustedes acompañan como en un sueño intenso luminoso y real, cada uno con su propio recorrido desde la eternidad, desde nuestro origen común ancestral hasta este día donde nos volvemos a encontrar, quiero decir: que estamos aquí hoy porque partimos de la misma cuna, del mismo lugar, desde que se formó el universo y sólo éramos cuerdas, hilos de energía. Porque son parte de esta escritura sagrada y numinosa con la que ascendemos a través de esta conciencia mayor al más alto reino Celeste, el órfico apolíneo. Este palindroma que pudiera parecer una ironía involuntaria: Yo soy Dios, soy Dios Hoy, es una, frase, un fraseo que abre el destino para lograr superar la condición humana común, angustiosa y perentoria, el desatino.

            Al pulirse mis palabras a través de la lente del aire con el viento planetario de los siglos, los eones, y la armonía de las esferas, las serenas sirenas, que cantan la canción del Reino, los astros volvieron a alinearse con mi nombre y la cifra de mi nacimiento, de nuestro nacimiento. Por esto recibo este reconocimiento, con la mayor humildad y gratitud, en este momento y en este lugar, con todo el simbolismo de sus palabras, con el que navego como otro argonauta con la lira-nave más allá de las altas escalas de los planetas: pues aún hay un hechizo más bello, un más alto canto encantatorio. Ahora en el oleaje de los astros más deslumbrantes y reveladores, sin límites de condición humana, con esa conciencia y armonía superior para que la humanidad la conciba y comience su ascenso y el universo se supere con un alma sincronizada en la lengua triple de lo oscuro superado, lo humano y lo divino, lo material espiritual y el espíritu de lo material trascendiéndose: Lo material maternal, lo espiritual paternal, el alma humana fundiéndose consciente al Ánima Mundi, en la Unidad para la cual el universo nos proyectó desde el origen, como nosotros ahora lo proyectamos con nuestra conciencia, y así alcanzar su estadio de completa perfección. Habitemos, ya lo hacemos en este lugar, en este presente maravilloso,  la Casa del Ser,  la patria espiritual.

            Por eso estoy aquí ahora con ustedes y por ustedes, cantando un discurso decantado, aunque mis palabras los sorprendan, les parezcan delirantes o los pasmen.