Pienso en la obra de Mario Bellatin y me llega a la mente que sus argumentos narrativos,

parecen acercarse a una realidad confusa que la convierte en ficción, son fenómenos repetitivos en sus novelas, al desdibujar una lógica que funciona para crear capas sobre capas, entre sus historias.

También pienso en algunas de sus novelas y en ese juego de sentidos que el lector va armando en su cabeza como más le convengan, unir ideas y dejar que su capacidad referencial construya una mirada propia, por momentos, es un juego fragmentario, en el que pareciera, que estamos frente a una máquina que refracta posibilidades, túneles bifurcados donde buscamos significación.

En esas narraciones que se protagonizan en personajes que comulgan con los mundos de formes, en ocasiones, se inmiscuye el autor como narrador-sujeto, para mostrarnos construcciones de idiolectos que se aproximan a una posmodernidad, donde la falta de salvación y el deterioro del hombre como posibilidad de un futuro mejor se consolida en la falsa utopía.

La mirada crítica y a veces dolorosa de la ciudad imaginada, forma parte de su estética donde el trasfondo es una sociedad en decadencia que pareciera no importarle a nadie,  tal vez, a los mismos personajes que muchas veces se consideran destinados al olvido.

Me saltan varias ideas y quise preguntarle a Bellatin cómo comprende los signos, cómo ve esa relación de los signos escritos y los signos visuales, sus usos, hasta dónde los potencia y los dimensiona, si existe una relación premeditada entre los signos y su obra, hasta dónde se da ese intercambio significativo temático que se expande en la totalidad de sus novelas…. 

Mario Bellatin retratado hace 18 años por el fotógrafo Álvaro Hernández Angola, en la VI Bienal Internacional de Literatura Mariano Picón Salas, Mérida-Venezuela.

LMP: ¿Cómo concibes los signos en tu narrativa?

M.B: Cada vez más confusos.

LMP: ¿Cómo ha sido ese proceso de construir personajes de cuerpos extraños, deformes, y con el pasar del tiempo se te hayan convertido en símbolos literarios y casi como una marca de tu estética?

M.B: Casi por azar. Lo advertí cuando apareció el primer tomo de Obras Reunidas.

LMP: ¿Hasta dónde crees que se puede representar un signo, y su función en el texto o los textos?

M.B: Hasta el punto de, a costa de terquedad, que se construya una marca personal, propia, que sea una suerte de herramienta para que cualquier situación quede enmarcada en determinado y único contexto.

LMP: ¿Cómo ves la integración de la literatura y otros lenguajes y hasta qué punto ese lenguaje se puede convierte en otro?

M.B: Para mí nunca hubo distinción evidente. O es arte o no lo es.

LMP: ¿Cuándo Mario Bellatin empieza a escribir una novela hace planos estructurales hacia dónde va la historia, o se va construyendo en el devenir?

M.B: Nunca empiezo a escribir nada. El primer y único comienzo lo puedo situar a los nueve años, que fue el momento en que descubrí la máquina de escribir. Recuerdo nítido ese comienzo. La frase sellada en letra de molde. Después ya todo es un devenir, que cada tiempo voy interrumpiendo para darle cierta forma a la escritura acumulada durante cierto tiempo.

LMP: ¿Cómo redescubres tus mundos posibles que a veces tienen un alto componente hacia una semiótica de lo real?

M.B: Cuando lo leo. Eso a veces ocurre cuando me propongo revisar de manera exhaustiva un texto antes de entregarlo a la editorial. Y en otras ocasiones ha ocurrido cuando el libro ya está publicado. Trato de descubrir en esos textos a un posible autor.

L.M.P: ¿Cómo se da esa relación entre lo que piensas y los signos?

M.B: Es como un milagro laico. Todo está dado para que no exista y de pronto aparece. Bueno, malo, me gusta menos o más pero allí está. Un texto que siento que nunca me perteneció realmente. Se podría contestar a la pregunta con un no pienso.

L.M.P: ¿Tienes ciertos signos premeditados a los que recurres y se reparten en la totalidad de tu obra?

M.B: Parece que sí. Al principio, en otros tiempos, aparecían sin que yo lo advirtiera. Pero de un tiempo a esta parte quiero recurrir de manera consciente, pero me parece que es una pérdida de tiempo. Una empresa que no lleva a ninguna parte, salvo a la acumulación de escritura, que no me gusta realmente ni a mí mismo, y por lo tanto dudo que al resto.

L.M.P: ¿Es tu literatura una evocación al caos, como si fuera un interaccionismo simbólico el que vas provocando en el lector?

M.B: Eso me encantaría. Lograr un caos lo suficientemente ordenado como para que yo mismo, y otro, pueda leer sintiendo la necesidad de seguir haciéndolo.

L.M.P: ¿Es tu fragmentación una tipología textual con la que construyes una narrativa como si se tratara de armar un rompecabezas de signos?

M.B: Interesante verlo así. Últimamente he publicado textos bajo distintas formas, calculando los efectos que puede causar en la escritura su fragmentación o no.

L.M.P: ¿Cómo vez los cibersignos en la literatura digital y hasta donde sumas en tus proyectos narrativos actuales la presencia de herramientas tecnológicas en tu obra?

M.B: Con asombro acabo de constatar a una serie de adolescentes que utilizan el Notas de sus celulares para escribir. Yo lo vengo haciendo, libros enteros, en el celular, y era tomado por alguien fuera de orden. Hoy he vuelto a experimentar con mi antigua máquina de escribir, digitalizo luego los textos en el teléfono para finalmente usar la pantalla de la computadora como un medio de edición.

Mi propuesta visual a partir de la obra de Bellatin

Hace un tiempo atrás, estudiando 4 de sus novelas: Flores, Lecciones para una liebre muerta, Perro héroes y Salón de Belleza, quise hacer ciertas traducciones de signos de la literatura al arte visual, específicamente a partir de instalaciones y ensamblajes, que me permitieran entender y dimensionar su obra en otros lenguajes. De las novelas, elegí algunos fragmentos que me parecieron núcleos argumentativos, y poner en diálogo los significantes que iba maquinando a partir de su narrativa.

Propuesta 1: Salón de Belleza

“Lo único que buscaba evitar era que esas personas parecieran como perros en medio de la calle, o abandonados por los hospitales del Estado. En el Moridero tenían asegurados una cama, un plato de sopa y la compañía de todos los demás moribundo. Si el huésped estaba consciente, o mejor aún si está en condiciones de efectuar movimientos, podía ayudar tanto moral cómo físicamente. Aunque, hay que reconocer que la ayuda física era esporádica. Se daba sólo cuando algún huésped, de pronto sufría una recuperación transitoria, pues yo siempre me aseguraba de aceptar sólo a los que no tenían ya casi vida por delante”.

Propuesta 2: Perros Héroes

“Las paredes del cuarto están pintadas de verde. De ellas cuelgan diversos diplomas, que certifican la asombrosa destreza que posee aquel hombre para entrenar perros de conducta tan difícil como los Pastor Belga Malinois. El Hombre-Inmóvil suele ser trasladado diariamente hasta un sillón situado junto a la cama. Allí, el enfermero-entrenador le amarra en torno a la cabeza el auricular del teléfono. Detrás se mantiene atada una ave de cacería, que es encerrada en una caja de madera cada vez que hacen entrar a uno de los Pastor Belga Malinois en la habitación”.

Propuesta 3: Lecciones para una liebre muerta

22.

“No creo tener duda de que el misterio que acompaña mi vida se encuentra en el lugar de origen de mi escritura. Sólo ahora, después de tantos años de búsqueda e indagaciones, sé que el misterio seguirá siempre inaccesible. Nunca sabré cuáles han podido ser los motivos por lo que, desde mi infancia, me he empeñado en mantenerme varias horas seguidas frente a una máquina de escribir. En un comienzo creí que el placer podía estar en apreciar cómo aparecían por sí mismas las palabras. Me bastaba con verla materializadas. Pensé entonces en la posibilidad de convertirme en un dedicado mecanógrafo, deleitado con el sinsentido que surgía del sonido de las teclas, el olor a la tinta, la lucha que debía emprender contra la cinta bicolor de la underwood portátil modelo 1915 ―único legado de mi familia― con la que escribí los primeros textos.”

Propuesta 4: Flores

Pasionaria

“Todo debe ser cambiado”, dijo el escritor mientras trataba de liberarse del pantalón, así como de las correas que sujetaban la prótesis. Ninguno de los beodos reunidos había dejado los zapatos en la entrada. Sólo lo habían hecho los fieles verdaderos. “Las costumbres tendrán que variar desde sus raíces”, continuó el escritor cuando se vio exento de la pierna. “Primero se efectuarán los giros rituales, que durarán una hora exacta”, afirmó. “Luego será el momento de la cena que se servirá acompañada de vino. Las oraciones debían situarse al final de la ceremonia”, afirmó asimismo, que la dirección a la Meca debía ser ignorada.”

 

Siempre queda la expectativa de que algún día, si fuera posible, materializar estas obras en un lugar expositivo.