Para la antropología, la experiencia que como sujetos tenemos en este mundo es fundamental en el estudio que lleva cabo sobre la cultura y la sociedad. ¿Y con qué experimentamos sino con el cuerpo? ¿Qué hay en la experiencia sino cuerpo?

Las diferentes formas de organización y estructura social que han existido a lo largo de la historia y las que están actualmente implican al cuerpo, con su materialidad aparente y sutil, aquella que está ante nuestros ojos —propios y ajenos— y aquella que no se observa —ni palpa— tan nítidamente o de primer momento. Superficie y profundidad. Apariencia e interioridad. Categorías dialécticas, que dibujan lo social como acción o movimiento.

¿Y qué decir de las formas simbólicas o representacionales que componen lo social? El cuerpo se hace aparecer, en tanto artificio, prácticamente en todos los campos, con fines publicitarios, propagandísticos o artísticos. Se habla o se presenta el cuerpo para vender mercancías o servicios de salud, belleza o alimentación; para ofertar ideologías políticas, de derecha, centro o izquierda; y para expresar ideas, imaginaciones y emociones mediante la pintura, la danza, el perfomance, el teatro, la literatura, la fotografía y el cine.

Así, el cuerpo es una de las principales instancias -materiales y simbólicas- en las que la cultura y la sociedad se construyen, perviven y se proyectan al futuro. ¿Qué no hace la política, por ejemplo, sino ofrecernos un mejor futuro colocando en evidencia las vulnerabilidades corporales de un grupo determinado, sea en términos de seguridad, alimentación o salud? Es, en ese sentido, un cuerpo perenne, que llama a la continuidad como sociedad.

Este alcance y posibilidad tan amplias del cuerpo están relacionadas con su capacidad comunicativa y expresiva, con su complejidad sígnifica-sintáctica, semántica y pragmáticamente (Finol, 2009). Un cuerpo que nos permite, por un lado, entrar en contacto con el mundo y sus objetos para experimentar sensaciones —tocamos, olemos, vemos— y, por el otro, un cuerpo donde se procesa el sentido de lo que experimentamos. “No hay experiencia sin cuerpo”, como dice Finol (clase 13 de octubre de 2021). La experiencia corpórea es múltiple o variada, sea por los objetos del mundo, por los otros con los que el cuerpo interactúa, por las categorías sociales a las cuales pertenecemos y sus cambios a lo largo de nuestra trayectoria de vida, por los campos sociales donde nos encontremos. De alguna manera, nos apropiamos de la experiencia en el mundo por el cuerpo. El cuerpo sostiene una relación semiótica con el mundo, como sugiere también Finol (clase 15 de octubre de 2021). La entidad corporal nos arroja a experimentar el mundo, a insertarnos en sus significados, a interpretarlos en el momento del contacto con lo que existe en el mundo. El cuerpo permite la significación del mundo. Al mismo tiempo, el mundo significa el cuerpo.

“Es en la dialéctica entre cuerpo y mundo donde vivencias y experiencias se definen y redefinen sin cesar; se trata de procesos donde los sujetos, en la confrontación y el diálogo, realizan continuas operaciones de selección, diferenciación y agrupación, de descarte, jerarquización y actualización, en la búsqueda de construir equilibrios, siempre provisorios, que den/hagan sentido a las relaciones entre el sujeto viviente y el mundo vivido y en vivencia” (Finol, 2020: 5).

Tiempo y espacio son dos dimensiones que permiten ubicar la experiencia y el cuerpo, remitirlas a límites específicos que forman parte de la mismas, las constituyen, las separan de otras experiencias y cuerpos, por tanto, les otorgan identidad, y, por consecuencia, son fundamentales para analizarlas. Son dimensiones que ubican histórica y espacial/ geográficamente las experiencias y el cuerpo. Dimensiones que conforman el contexto (Finol, 2020) donde se despliega y se significa la experiencia de los sujetos en el mundo. Su mundo. Los significados de una experiencia (estética, musical, gráfica o pictórica, natural, cotidiana, social), se especifican y comprenden al momento de ubicarla en estas dimensiones.

La experiencia, además, supone una relación estrecha y dialéctica con la memoria (Finol, 2020). Y si la experiencia siempre implica al cuerpo, entonces podríamos decir que el cuerpo también participa de la memoria y, en algunos casos, es el signo viviente de lo que ha pasado, de lo aparentemente irrecuperable más que hablando, volviéndolo a actuar, hablarlo de otro modo una y otra vez. El cuerpo, en este caso, es un signo de remembranza. Un recordatorio de las experiencias de los grupos sociales y de la cultura.

Cuerpo y activismo trans

Fuente: https://mexico.quadratin.com.mx

En el 2016, en la Ciudad de México, fue asesinada una mujer activista trans llamada Paola Buenrostro. Desde ese entonces, sus compañeras han protestado año con año por la ausencia de justicia, pues no se ha detenido a quien haya cometido tal asesinato. En enero de 2020, otra conocida activista trans, Kenya Cuevas, participó de una protesta desde dentro de un ataúd, trayendo a la memoria el acontecimiento, la experiencia de muerte violenta. Se tiene conocimiento, por distintos informes y diagnósticos, que las mujeres trans cotidianamente experimentan violencia y, en varios casos violencia que las lleva a morir y que queda en absoluta impunidad. Es una experiencia común en este grupo social.

Fuente: https://www.elfinanciero.com.mx

¿Por qué Kenya tomaría la decisión de colocar su propio cuerpo dentro un objeto destinado a transportar y alojar los cuerpos muertos? ¿Qué significa un cuerpo vivo en un receptáculo mortuorio, específicamente para las mujeres trans, en esta época? ¿Será, acaso, que las mujeres trans en la Ciudad de México de alguna manera están muy cerca de la muerte o que, incluso, están llevando una vida que más bien es muerte? ¿Cómo se relacionan esos significados con la muerte misma de Paola Buenrostro y la necesidad de recordarla como integrante relevante dentro del grupo de mujeres trans? ¿Es acaso alrededor de la experiencia de muerte que las mujeres trans reconocerán y lucharán por su ciudadanía? ¿Qué tensiones se generan entre la experiencia de la muerte violenta y las últimas legislaciones existentes en la Ciudad de México para el reconocimiento de la identidad de género?

Preguntas abiertas a la significación en contexto, donde el cuerpo es el eje que articula la estructura semiótica: es el cuerpo al que se asesina, es el cuerpo el que se representa para protestar por la ausencia de justicia, es el cuerpo el ausente y, al mismo tiempo, el presente. Un vaivén entre pasado y presente, buscando un futuro más halagüeño para un grupo social históricamente discriminado y violentado.   

 


Referencias
* Finol, José Enrique, “El cuerpo como signo”, Revista Venezolana de Información, Tecnología y Conocimiento, núm. 1, enero-abril, 2009, pp. 128-129.
______________________, “Prolegómenos para una semiótica de la experiencia. Memoria, contextos y dialécticas del sentido”, Athenea Digital, 20(2), 2020, pp. 1-25.
______________________, Antroposemióticas del cuerpo. (Curso). Impartido por El Signo inVisible, Octubre, 2021.

Erica Sandoval. Doctora en antropología, maestra en antropología social y licenciada en psicología. Actualmente, profesora-investigadora en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.