Escrito por Rocco Mangieri

Hace varios años, entre el final de la década de los setenta y comienzos de los ochenta, Julia Kristeva (y algunos semiólogos italianos y españoles) releyeron y reportaron (de ri-portare, ri-prendere) la obra de Mijaíl Bajtín, además de otros textos sobre la poética de Dostoievski, su bellísimo estudio sobre la risa, el cuerpo y el carnaval en «LA CULTURA POPULAR EN LA EDAD MEDIA Y EL RENACIMIENTO». (La edición original es de 1965, en idioma ruso, Bajtín fallece más tarde en 1975).

La visión dialógica de la comunicación y de la creación del signo se alejaba y se contraponía de hecho a lo que, en ese mismo momento histórico, era el paradigma del estructuralismo europeo (lo que denominamos nosotros la «primera semiología») muy afincada en el modelo del código y del sistema de diferencias y oposiciones.

 

 

Quiero hacer foco brevemente sobre el concepto y la metáfora epistemológica y estética de la CARNAVALIZACION DEL CUERPO: este proceso psicosomático que, entre otros simulacros lúdicos y corporales, comprende el ENMASCARAMIENTO, el CAMUFLAGE, la ALTERACION DEL ORDEN INSTITUIDO, y sobre todo la INVERSION DE LOS TERMINOS: sobre todo en tiempos de crisis.

En los más antiguos registros a mano, conservados aún hoy en la Biblioteca Santa Genoveva de París y en algunos archivos históricos de Cataluña y la región del Sur de España, nos ofrecen el teatro vivo y deslumbrante de una fiesta colectiva en la cual, siguiendo el canon de lo inverso, el alcalde del pueblo pasaba a ser mendigo y viceversa durante todo el tiempo que precedía a la obligación de la cuaresma

Pero lo que traigo a flote, y que me parece algo maravilloso es la proliferación en el tiempo del ENMASCARAMIENTO DEL CUERPO, que las personas, las culturas, los amigos, los paseantes de las ciudades han puesto en práctica, de una manera realmente desbordante, generosa, como un don irrenunciable incluso ante el horizonte del contagio y de la muerte.

Es la conversión popular de un objeto técnico, muy neutral semánticamente genérico, en una MASCARA CARNAVALESCA, puro ludens y desafío dulce, función convertida en SIGNO Y SIMULACRO, pero no el «simulacro vacío» de Jean Baudrillard o, aunque es así muchas veces, una simple ARTIFICACIÓN o «puesta en fashion mediático», sino algo que roza y adquiere plenamente el significante del TRAVESTIMENTO y la inversión.

He elegido una serie pequeña de soluciones visuales.

Otro significado muy valioso es, su valor como DON, domo oferta del hacer abierta, sin hipotecas ni precondiciones, puro LUDENS. 

Me extraña mucho (a no ser que simplemente no he rastreado bien) que en estos parajes locales o latinoamericanos este fenómeno de una TEATRALIDAD DEL ENMASCARADO no se haya producido de esta forma…

No es para nada mala idea, construirse unas máscaras propias y ver cómo responderán los otros por estos parajes, donde la cuarentena no tiene solo tres meses sino varios años andando…