Seguramente el siglo XX fue un lapso de grandes e importantes cambios donde la geografía mundial y la mentalidad de la humanidad se vio tocada por estos grandes acontecimientos. Pareciera que el mítico baile del dios hindú Shiva se plasmó con fuerza en este periodo, anunciando con su danza, cada vez más intensa, profundos cambios, destruyendo viejos regímenes y anunciando un final no muy lejano.

Millones de personas perecieron en un conflicto económico y político que marcó para siempre la idea que se tenía sobre la guerra y agudizó nuestro sentido de la paz y la conservación.

Fotografía de 🇮🇳Amol Nandiwadekar

De esa danza, se desprendió un breve movimiento, que sujeto a los cambios e innovaciones de la época se convirtió en un giro de suma importancia que sembraría una semilla poderosa que cambiaría para siempre la conciencia de los jóvenes y la sociedad, dando voz y expresión a muchas personas en varios puntos del globo gracias las ondas radiales y al microsurco.

Tras las guerras mundiales el papel de la juventud en el mundo cambió drásticamente, ya no habría más Gregorios Samsa ni sometidos kafkianos, pues su rol en las guerras se volvió importante, razón por la cual los soldados nazis los incluyeron en su propaganda al igual que los grupos religiosos, mientras que los norteamericanos crearon a los “boys souts” para generar una juventud sana y, tal vez, sólo tal vez, mejor preparada para otro conflicto bélico.

La juventud en siglo XX se convertirá en una entidad con voz y presencia, con un inmenso potencial de renovación tanto en el arte, la política y la cultura en general, pese a las limitadas posibilidades de realización que se le ofrecían. Aun así, junto con los medios masivos de comunicación y el crecimiento voraz del capitalismo, la entidad juvenil fue creciendo y tomando cada vez un rol más importante en el mundo contemporáneo.

Un ejemplo de lo anterior es el cómo los rostros de héroes maduros en la pantalla, de hombres adultos que movían las redes que sostenían el mundo, se fueron rejuveneciendo cada vez más, hasta que hoy en día, esos rostros de hombres duros, con arrugas de denostaban la madurez, han sido prácticamente desaparecidos de las pantallas, dando paso a héroes jóvenes, en la plenitud de la edad.

Antes del siglo XX, la juventud no representaba nada históricamente, ese periodo era más bien como una edad de preparación para la vida adulta, se podría decir que no existía tal etapa, pues actuaban como adultos prematuros. No fue sino, debido al crecimiento demográfico a inicios del siglo XX que las sociedades comenzaron a pensar en los jóvenes, aunque más como fuerza productiva que otra cosa. Pero antes, como señala José Luis Aranguren (1982):

El “buen sentido” y la “sensatez” debían imponerse sobre las supuestas “locuras” y los “idealismos” de la juventud. La consecuencia era dramática: se dejaba vivir con plenitud una intensa etapa de la vida. Ni se contaba, ni se actuaba y ni siquiera se gozaba.

Así pues, de haber sido a finales del siglo XIX y principios del XX, personajes como el de Kafka, los jóvenes trabajaban, al igual que el padre, para llevar dinero a casa, sin gozar de derechos o el ocio con el que se desenvolvieron más tarde, buscando como fin el matrimonio y repetir la historia de sus padres; a finales del siglo XX éstos estaban ya en el centro del mundo, marcando tendencias y expresando sus ideas sobre el mundo que habitaban.

Y es que al final de la segunda guerra, las cosas cambiaron de manera drástica, pues con el fin del conflicto todo el mundo se transformó, así como la forma en que éste era concebido. Como protagonistas de la lucha, la cual no tenía nada que ver con los antiguos héroes clásicos o medievales, los jóvenes se dieron cuenta que no se peleaba por el honor o por la defensa de la patria, sino por alimentar el ansia de poder de unos cuantos adultos que querían controlar el mundo. Paradójicamente, un poco alienados por los discursos de los políticos, comenzaron a formar grupos juveniles tanto de acción política como recreativos y religiosos, y con ello, fermentando poco a poco una nueva entidad social que encontrarían en el ocio, la rebeldía y, a veces, en el crimen, nuevas formas de expresión. La juventud se convertía en un tema importante para el estado.

Fotografía de Edward Eyer

Pero un fenómeno artístico entraría en el juego, y poco a poco daría un espacio de expresión a este grupo, que sin duda el mundo adulto jamás podría otorgar: el rock.

Este genero musical tendría sus orígenes en otro grupo marginal, la sociedad negra, que casi al igual que los jóvenes, estuvo al margen debido a la opresión de los blancos no obstante el haber conseguido su liberación del esclavismo, pues no fue, ni ha sido fácil, que el mundo blanco les permitiera tener un lugar importante.

Y fue gracias a esa difícil forma de vivir y esa opresión, que la gente negra encontraría en la música una salida, un alivio, o una forma de cantar y soportar su pena, por lo que las letras del rhythm blues abrirían una forma de expresión que sería la semilla para otros grupos marginales, en especial para la juventud blanca en Norteamérica. Gracias a Alan Freed, un locutor de deportes en la radio que dejó las notas del campo de juego por su pasión, la música, esta música negra encontraría un eco en las ondas radiales, permitiendo el nacimiento del rock and roll a principios de los 50, según Jordi Sierra I Fabra (2016):

Un día, Leo Mintz, un vendedor de una conocida tienda de música, le comentó que los discos que más compraban los blancos eran los de artistas negros. A Freed le extrañó. Esos discos no se oían por la radio; entonces… ¿cómo era posible que se vendiera lo que no se conocía pues no ser comercial o era «música de negros»? Él mismo empezó a devorar aquellas canciones y, al darse cuenta de su potencial, las programó en la radio en abierta. El éxito de audiencia fue fulminante. A la hora de bautizar su programa quiso escapar de términos como «nueva música» o algo parecido, y pronto encontró la fórmula. Una palabra que se repetía mucho era «rock». Otra, procedente del argot popular, era «roll». Las unió y su programa se llamó Moondog’s rock and roll party.

 Su principal audiencia en la radio era la juventud blanca que, cansada y desgastada por la autoridad del adulto, tal vez aburrida y con un potencial de rebeldía, encontraban en la música negra un desahogo para la época que les tocó vivir. Así que cuando Elvis Presley entra en la radio alrededor de 1956, el rock and roll encontraría su máximo esplendor, pues comercialmente era un fenómeno que arrasaría las ondas radiales, precisamente por ser blanco y no negro, además de guapo, diferente, con una voz única, (…) muy americano y buen hijo.

Fotografía de Pixabay

Fue, a parte de la radio, el nacimiento del disco de vinil en 1948, que el rock pudo encontrar esa popularidad tan fuerte que encontró a mediados del siglo XX, pues era barato y duradero. Así que fue desde el programa de Freed hasta finales de los 50 que el rock encontró en la radio un medio de expresión con letras que hablaban de temas que aquejaban principalmente a los jóvenes.

            Pero el mundo adulto y sus intereses patrimoniales no estaban a gusto con este fenómeno, por lo que atacaron al rock and roll como algo inmoral que atentaba a las buenas costumbres, tanto en América como en la misma Rusia en plena Guerra Fría, pues para los estadounidenses este movimiento era considerado como:

Música del diablo destinada a contaminar la sana juventud americana, y para los soviéticos un artilugio yanqui para contaminar la sana juventud comunista (Sierra i Fabra, 2016).

            Y es que el que 60 millones de personas vieran a Elvis Presley en la televisión, y que este motivara a miles de chicos a convertirse en cantantes seguramente asustó a la élite política, acostumbrada a manipular y mentir sobre los asuntos políticos y la conducción de la sociedad, por lo que comenzaron a atacar el fenómeno.

            Por supuesto, a estas alturas el fenómeno musical era imparable, pero utilizaron los mismos medios fáticos y los mismos géneros musicales para hacerlo, por lo que el rock and roll poco a poco fue cayendo en la decadencia y a finales de los 60 se había convertido en música cursi y blanca, más como una industria que vendiera imagen y películas que como una expresión legítima y original.

        La semilla estaba sembrada, los discos en vinilo no se habían quedado en Norteamérica exclusivamente, viajaban en camiones y barcos, llegaban como los libros españoles a puertos sudamericanos y europeos; los jóvenes seguían oyendo el rock and roll en sus tocadiscos y entonces surgieron The Beatles y con ellos el rescate del rock and roll y el nacimiento del rock, atribuido a The Who y The animals, por introducir en la música esa guitarra distorsionada y dura.

Fotografía de Elviss Railijs Bitāns

A la par de esta música estaba la producción de discos de vinil para su distribución y comercialización y la radio, así como la represión, tal y como fue el caso en Inglaterra donde la reina prohibió que esta música se transmitiera en las ondas radiales en territorio británico, por lo que un grupo de productores de radio transmitía música rock desde un barco en aguas internacionales.

            A finales de los 60 y principios de los 70 el rock se había convertido en un fenómeno musical que daría voz a miles de jóvenes, tratando temas como la guerra, el amor, la política, la sociedad, el sistema, diciendo verdades que habían sido vedadas y permitiendo la expresión de grupos minoritarios a partir de un susurro impreso en un surco de vinil, amplificado por un micrófono a una bocina, diseminado por el mundo, ya fuera en físico o en ondas de radio. En los años 80 las bandas de rock se hablaban abiertamente de política, desenmascarando las malas prácticas y los crímenes disfrazados de bienestar. Sin duda, el movimiento musical se había vuelto incómodo, era una piedra en el zapato que difícilmente podría removerse. Había llegado para quedarse, cambiando con ello el acontecer de la humanidad en un siglo tan caótico y cambiante como lo fue el siglo XX.

Fuentes:
Aranguren, José Luis L. (1982). Bajo el signo de la juventud. España: Salvat editores.
Sierra i Fabra, Jordi (2016). Historia del rock. España: Siruela.