La interpelación mediática

Aunque los pobladores no estén interesados, las mediatizaciones le acercarán crímenes brutales, protestas sociales, catástrofes, guerras o grandes eventos culturales, deportivos o políticos. El resultado suele ser un cierto clima de calentura social, expresado sobre lo político, lo cultural, lo deportivo y, por supuesto, también sobre lo específicamente climático. El análisis semiótico suele producir un efecto de enfriamiento sobre tantas temperaturas. Intentaremos aquí, en este estado de nuestro saber, articular la frialdad de lo descriptivo con el hervor de la opinión mediática.

Las audiencias también van haciendo sus experiencias y, para no quedar entrampadas ciegamente dentro de fenómenos con alto impacto en los diversos niveles de nuestras vidas cotidianas y mediáticas, eligen, sabiendo o sin saber, entre tres posiciones.

La primera, la más notoria, pero no la mayoritaria, es la participación activa y opinante: se destacan embanderamientos en apoyos u oposiciones a las opiniones generadas y recogidas en diversas mediatizaciones. Otras audiencias, en cambio, prefieren una especie de participación informativa: saben lo que ocurre, pero no postean. La tercera posibilidad, por último, es la indiferencia total nunca alcanzada: por falta de interés o de tiempo, muchos no siguen a los acontecimientos que agenda la sociedad como centrales.

Sin embargo, las tres posiciones coinciden en algo:  están convencidas de que los medios y las denominadas redes están detrás de todo lo que ocurre en la sociedad y que esa presencia es negativa. La presencia de ese supuesto saber de la población es entendible e inevitable. Sentir que conocemos el ecosistema en el que vivimos genera efecto de control y organización. Sería una vida imposible en sociedad si se cuestionan sus prácticas y límites a cada paso.

¿Por qué es importante poner en cuestión, enfriándolo, ese saber sobre el conjunto de lo social que se expresa sobre las mediatizaciones?

Porque en nuestra sociedad mediatizada no se pueden evitar la incertidumbre y el efecto sorpresa, fenómenos con los que convivimos cada día. Nadie parece estar al mando de lo global, ni de lo local, aunque cualquiera puede estar al mando en ambos niveles, sin, mientras tanto, garantizar resultados medianamente buenos.

Frente a tanta confusión aquí se propone una mecánica metodológica, con diferentes operaciones de análisis. Esas operaciones no requieren un saber previo, pero que sí obligan a cambiar el modo automático de observación. Se debe aceptar las recepciones mediante cinco procedimientos que sirvan, no solo a los científicos, sino también a cualquiera que pretenda comprender e intervenir en el nuevo ecosistema mediático.

Paso 1. Aceptar la complejidad

¿Cómo describir la complejidad?

Se nos pide que describamos y expliquemos fenómenos complejos de un modo que lo entienda un fantasmático lector o escucha común. La experiencia me ha enseñado que la escritura es sólo una parte del problema. Una escritura abarrocada, pero que confirme lo que los lectores presuponen que saben, será más entendible y aceptable que una frase sencilla que cuestione esos saberes. Décadas de enseñanza, de investigación sobre estos fenómenos de las audiencias y de la difusión de resultados estudios hace tiempo que me convencieron, además de las enseñanzas de Paul Lazarsfeld y Eliseo Verón, de que los efectos sólo en parte se deben al estímulo y están influidos por las creencias previas de los receptores.

A los comprometidos con la opinión y sus énfasis, el nuevo saber no les resultará de interés si no confirman sus prejuicios, positivos o negativos, sobre temas o sectores sociales, políticos o estilísticos. Para los sectores de usuarios y públicos que interactúan pasivamente o que tratan de evitar a las mediatizaciones, en cambio, el efecto de complejidad se sobrepone a los intentos de análisis. Allí se encuentra sin dudas uno de los orígenes de las opiniones cristalizadas y poco innovadoras.

¿Nuestra propuesta de reconocimiento de la complejidad obliga a practicar todas las experiencias, o a estudiar a todas las especializaciones implicadas? Eso no sería afrontar la complejidad sino estimular a la impotencia. Lo que se propone aquí como primer paso es muy sencillo: al aceptar y reconocer la complejidad, buena parte de la información se nos ordenará entre, por ejemplo, accesibles o no accesibles a diversos sectores de la población. Lo complejo quedará instalado.

Paso 2. El poder de los medios se limita cuando se presta atención a cómo se lo ejerce

El reconocimiento de la complejidad mediática, además de la sociocultural en general, produce distancia y su resultado es advertir que lo que se considera como el poder omnipotente de los medios, plataformas y sus empresas, tienen sus límites. Y que, si prestamos atención, esos límites se presentan a cada paso.

Muchas leyes de publicación las propone e impone la justicia. Es decir, la sociedad no mediática, puede incidir sobre lo mediático. ¿Siempre? No, siempre no, pero hay muy pocos fenómenos que resisten a las adjetivaciones de los siempres, así como las de los nuncas. El segundo paso, entonces, es conocer y reconocer cuándo las mediatizaciones están sujetas a leyes de regulación y de limitación, aspecto que frecuentemente se olvida en las discusiones concluyentes.

 

Paso 3. ¿Qué es lo que percibimos y aquello sobre lo que opinamos?

No es lo mismo ver y escuchar en directo cualquier fenómeno social mediatizado, que recibir ediciones audiovisuales muy recortadas, o narraciones escritas o verbales, por parte de periodistas o participantes.

¿Es incorrecto aceptar esas recepciones más o menos editadas?

De ninguna manera, forman parte de nuestras vidas mediáticas. Lo que sí es importante es registrar la diferencia entre la recepción más o menos directa y las que generan otras versiones. Una frase dura, una fotografía que exprese un gesto en especial, un modo de titular o sintetizar, contribuirán a la idea que nos hacemos de lo que ocurrió. Lo único importante, como aporte, es darnos cuenta de la diferencia.

Desde ese punto de vista, que denominamos como el de la materialidad, conviene diferenciar dos niveles: si se trata de una transmisión en vivo o si es una transmisión grabada, o si es audiovisual o escrita.

Las emisiones en vivo producen un mayor efecto de autenticidad, y más cuando incorporan errores propios de la emisión, sea por la calidad de la señal, desprolijidades con la cámara o el micrófono, o errores y sus enmiendas en los dichos de quienes aparecen. Pero, como advertía Umberto Eco, no debe confundirse la emisión en directo con la falta de montaje o de edición.

Otra oposición clave es entre lo escrito impreso y lo audiovisual o el simple audio. Siempre que algo está escrito, obliga a manejar la lectura con solvencia. En cambio, las reglas de lo audiovisual o el audio puro se aprenden en la vida cotidiana, sin la mediación de la escuela. ¿Significa que no tienen reglas específicas? Por supuesto que sí las tienen, pero como no se incorporan en una institución especial, es más fácil que generen efecto de naturalidad.

 

Paso 4. Reconocer los formatos

Si nos reunimos con amigos o familiares y sale, como es muy posible, temas que hierven en conversación mediática y cotidiana, los comentarios serán de dos tipos: amplios, con formatos narrativos o argumentativos o, muy diferentes, descriptivos de pequeños momentos o aspectos.

Los narrativos y argumentativos son procedimientos muy extendidos en toda cultura conocida: diversos elementos, a veces de muy diverso origen, se organizan en una línea temporal y construyendo espacios comunes. La temporalidad garantiza un efecto de causalidad, lo que ocurre antes, influye sobre lo que ocurre después. Esos espacios comunes, aunque no puedan verificarse como tales, garantizan una cierta homogeneidad.

Las máquinas narrativas y argumentativos son complejas. Para desarmarlas, la mecánica metodológica deberá tener también esa complejidad. Pero hay que tener cuidado con esos mecanismos que organizan lo básico de la vida sociocultural. Tocarlos no es un chiste y se suelen producir reacciones violentas o de temor.

La ventaja del funcionamiento narrativo y/o argumentativo, cuando funciona bien, es lo que permite que podamos disentir, y hasta discutir violentamente, sin que nos salgamos del sistema aceptado. Ese sistema estaba garantizado por los medios masivos y hay buenas razones para pensar que, en su crisis, está en buena parte el origen de las incertidumbres de la época.

Aunque sea delicado, no es inútil establecer esa diferencia entre lo narrativo y lo argumentativo como manera de construcción de espacios comunes. El sólo registro es un mecanismo poderoso para establecer distancias. Poner en evidencia relatos o argumentaciones es comenzar a comprender los procedimientos básicos de funcionamiento cultural.

El otro tipo de comentarios, es muy diferente. Se organiza como pequeñas cápsulas de observaciones, recuerdos, o aún sensaciones, que suelen aparecer como datos de color: una gestualidad, unas frases repetidas por los acusados, alguna consigna indignada de algún abogado, vestimentas o maquillajes retratados. Los peinados, las miradas, la cámara que captura un gesto, generan comentarios cápsulas. A veces, las cápsulas se utilizan para justificar o enriquecer los comentarios narrativos, pero muchas veces quedan como impresiones personales, pinceladas que matizan el recorrido narrativo.

¿Por qué es importante prestar atención a detalles que parecen poco relevantes?

Porque son puntos de tensión entre la construcción social y grupal y el registro del individuo. Por supuesto que en toda narración o argumentación pueden y hasta deben aparecer cápsulas, pero hay gran cantidad de fenómenos discursivos mediáticas que son sólo articulaciones de cápsulas, como si fueran mosaicos con elementos diversos. A nuestra cultura, y a nuestra academia, le gustan los formatos narrativos y argumentativos, por el peso de la historia literaria, la de lo judicial y la del discurso político, pero buena parte de la comunicación masiva, y ahora en nuestras interacciones en plataformas y redes mediáticas, son en mosaico.

 

Paso 5. La vida en plataformas

Los cuatro pasos anteriores son útiles para establecer distancias e introducir elementos de análisis que permitan comprender cómo se elaboran nuestras opiniones sobre fenómenos mediáticos. Pero lo particularmente complejo de la época es que vivimos es el ecosistema de plataformas y sus redes: miramos la televisión o seguimos una discusión en Twitter y, al mismo tiempo, nos llegan mensajes por WhatsApp de contactos que opinan sobre lo que estamos viendo.

Esos efectos, por decir, periféricos de los medios masivos, antes muy difíciles de observar, ahora están frente a los ojos de cualquiera. Alguien puede vanagloriarse de que no usa las redes y que no está pendiente de su smartphone, pero parientes, amigos, colegas, hijos o nietos, lo inundarán de información o de fenómenos provenientes de las más diversas plataformas: nadie puede estar plenamente ajeno a Facebook, YouTube, Twitter, Instagram, TikTok, Twitch o WhatsApp, o a cualquiera de sus combinaciones.

Si somos nosotros los que navegamos por plataformas no nos queda más remedio que, frente a cada posteo, poner en práctica los cuatro pasos anteriores: ¿es muy directo o no? ¿de dónde viene? ¿cómo está hecho? ¿cómo está organizado? Pero ¿qué hacer cuando, sobre nuestras opiniones, los que nos rodean intervienen trayendo comentarios, posteos, desde otras plataformas?

Contra lo que suele decirse habitualmente, la vida en plataformas, la navegación por Internet, no nos cierra mundos. Es verdad que cada plataforma trata de retenernos y para ello apuesta a hacernos la vida más fácil. Ello se basa en la idea poco sutil de que nuestra vida en las mediatizaciones en red es muy parecida a nuestra vida personal cotidiana.

Si en la vida cotidiana la repetición nos ordena y nos evita problemas ¿lo mismo buscaríamos en la vida en plataformas? Sería raro que fuese así. Así como miramos filmes o series televisivas para conocer otros universos, ficcionales o no, también nuestra navegación por redes y plataformas puede estar guiada por la búsqueda de aventuras y novedades.

Conclusión

El nuevo ecosistema mediático, permite, y hasta obliga, a la conversación, como otros contenidos mediáticos. Que incluya a veces discusiones en tono alto, no debe confundir sobre el efecto general. Lo conversacional avanza por sobre las segregaciones, que también existen.

Imaginemos conversaciones sobre nuestros modos de informarnos y de analizar, y no sobre los contextos sociales cuyas complejidades es frecuente que estén sólo están al alcance de los especialistas.

Estos cinco pasos, relativamente simples y sin pretensiones de hegemonía, proponen un camino productivo para mitigar la incertidumbre y prepararnos para que haya menos sorpresas o, al menos, para que no nos tomen tan desprevenidos. Tal vez comprendamos entonces algo de por qué la sociedad es cómo es, y de cómo contribuimos a que se reproduzca en vez de cuestionarla. Describir las mediatizaciones en una sociedad mediática, es describir una de sus claves de construcción y funcionamiento.