En las dinámicas de la prodigiosa condición semiótica del cuerpo se realiza constantemente, sin cesar, la co-presencia de múltiples sistemas de significación que se expresan en diversas dimensiones.
Una de ellas está constituida por dispositivos corporales, como el movimiento, el reposo, la pose y sus múltiples articulaciones en el arte (la danza, el teatro, la mímica, la imitación, etc.), las que se expresan no solo con el cuerpo biofísico sino también con el cuerpo representado (las marionetas, títeres, etc.) y con sus sombras (teatro de sombras, teatro negro de Praga, etc.)

Otra de esas dimensiones está constituida por los sistemas de significación que se articulan al cuerpo, como es el caso de los tatuajes, la vestimenta, los ornamentos, los maquillajes y perfumes, las escarificaciones, entre otros.

Una tercera dimensión tiene que ver con los sistemas de objetos-signo que están moldeados según nuestras características corporales. Se trata de objetos que se inspiran en la anatomía corporal, como ocurre en el caso de las sillas, camas, muebles, piezas sanitarias, etc. En esa misma dimensión es posible incluir los utensilios, cuyos mangos, por ejemplo, se adaptan a las capacidades anatómicas de nuestras manos, particularmente a sus condición pentadáctil.

Una cuarta dimensión está relacionada con la dialéctica presencia – ausencia, pues el cuerpo no solo se expresa en su estar, en un aquí y un ahora, sino también en su ausencia, sea esta total o parcial, como ocurre en la sombra, en el mimetismo y el camuflaje (Finol, 2016). En esa dialéctica se inserta la relación entre ruido, en sus múltiples formas, y silencio. Tenemos un cuerpo a veces silencioso y a veces rumoroso y vibrante. Así mismo, la dialéctica de la presencia – ausencia puede no ser absoluta sino parcial, como ocurre en las esculturas de Bruno Catalano, donde la corporalidad ha sido fragmentada, donde partes del cuerpo han desaparecido, lo que le confiere a esas representaciones una poderosa simbología.

Singapur, Gardens, Les Voyageurs sculpture, 2016. Author: Bruno Catalano. Photo: Marcin Konsek / Wikimedia Commons.
Una quinta dimensión es la productividad estética, una construcción semiótica que recubre y permea todas las dimensiones anteriores, pues el ser humano, desde sus más remotos origines, se ha esforzado por embellecer su cuerpo, las vestimentas que usa, los objetos que adornan sus espacios vivenciales y laborales y los utensilios y herramientas que utiliza.

Todas esas dimensiones son formas dinámicas de realización de las corporeidades que lo corporal asume en procesos incontables de semiosis. Todas ellas realizan operaciones, métodos y procesos de semiotización del mundo. Junto a ellas y con ellas, sin embargo, conviven y se articulan las lenguas que nos habitan. El lenguaje verbal recubre y es recubierto por todas esas dimensiones semióticas.
Se trata de lenguas que moran en nosotros. Pero ¿en qué sentido las lenguas nos habitan?
En primer lugar, la lengua que nos habita es aquella que escuchamos y aprendimos a reconocer desde el vientre materno, aquella que luego bebimos en la leche materna y que se fue estructurando como respuesta no solo a necesidades de diálogo y comunicación, sino también a las necesidades de semiotizar nuestro mundo interior y nuestro mundo exterior, sus transiciones y mixturas. Esa lengua habita nuestro cuerpo porque es capaz de designar cada parte de nuestra anatomía, cada proceso de pensamiento y aprehensión del mundo, cada transformación de nuestras emociones.
En segundo lugar, la lengua nos habita también en los demás sistemas de significación, algunas de cuyas dimensiones hemos mencionado arriba. La lengua es capaz de designar los dispositivos, operaciones y elementos propios de esas dimensiones; y luego, actuando como una metalengua, es capaz de designarse a sí misma, de describirse, clasificarse y categorizarse. Además, esa lengua habita nuestros sentimientos, emociones y pensamientos a los cuales también es capaz de designar. Y si bien esa designación de los otros sistemas de significación y de los propios mecanismos lingüísticos no es nunca perfecta ni exhaustiva es, sin duda, la mejor y más eficiente manera de designar y representar.
Conscientes del habitare que alcanza hasta nuestros sueños y actos fallidos es, entre otras razones, por la que hacemos esfuerzos continuos para embellecer la lengua que nos habita, no solo en la poesía sino incluso en el habla y la escritura cotidianas. Gracias a ella creamos y fecundamos mundos imaginarios con seres, acciones, espacios y tiempos que estando más allá de la realidad se hacen, sin embargo, otras realidades. Es esa lengua también que nos sirve para lo que Borges llama “la vanidad palabrera” y que, sin embargo, es también una lengua poderosa, “espada de la boca / remo de la boca” (Borges, Obras Completas, 1974).
Finalmente, las relaciones entre cuerpo y las lenguas que nos habitan abren un campo inmenso de investigación. Entre otros fenómenos nos invita a discutir los vínculos entre ellos y la Semiosfera lotmaniana, sus transformaciones en el mundo digital, en el discurso publicitario, la moda, las nuevas mitologías y los fenómenos semióticos derivados de la inteligencia artificial.
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