Ariel[i] aún no había terminado la carrera de periodismo, cuando le presumí sobre mis hallazgos. Sobre un dato importante que encontré con mi tesis de maestría, dada en la expresión teatral.

–Es semiótica –me dijo.

–¿Semiótica? No, no es eso –le respondí–, más bien tiene que ver con el lenguaje, con la forma de expresar en un plano de ficción.

–Eso es semiótica –insistió–, mi maestro de semiótica nos habló de eso, de imágenes y de representaciones.

–¡Ah…!

Recuerdo que a finales de los 80, un maestro de teatro de la Universidad Autónoma de Hidalgo mencionaba a la semiótica como una herramienta útil para el trabajo teatral. Sin embargo, por alguna razón ésta no logró tener la influencia que se proponía, en el hecho escénico. Y entiendo que en el estudio científico también ha tenido sus bemoles. A pesar de ello, pensando en mi investigación de tesis retomé aquel tema adquiriendo un libro que, después de hojearlo, no recuerdo bien en donde lo puse.

–Yo ya revisé libros de semiología o de semiótica, no sé cuál es la diferencia –insistí–, pero no encontré nada.

–Es lo mismo –me dijo él–, sólo cambia la escuela.

Entonces me recomendó un libro de Beuchot (2004)[ii] y cuando lo revisé, me di cuenta de un detalle importante para mí. En el concepto de signo había una inconsistencia. Partiendo de ese libro seguí una huella de conocimiento (quizá estructuralista), pero la inconsistencia se mantenía prácticamente en todos los autores consultados. De hecho, encontré que Eco (2000)[iii] ya hablaba de una imprecisión en el concepto.

–Un signo no puede definirse como una representación –le impelí al pasante de periodismo–, no puede reducirse a sólo ese aspecto.

–Entonces, ¿qué es?

–Es una manifestación de la que se entiende algo.

Ya encarrilado en el estudio, observé que el signo es una manifestación (un indicio o una señal) de la que, según su condición y contexto de captación, es posible un entendimiento. Este concepto me pareció más conveniente, porque así tenía una disposición más amplia para el desarrollo de su estudio; observando que englobaba caracteres y fenómenos, representaciones y hechos. Además, encontré una división entre el entendimiento y la significación, de la que se obtiene una experiencia con un conocimiento útil, conformando entonces modelos, sistemas y lenguajes. Un concepto en el que, cabe resaltar, se admite que existe “DIFERENCIA entre el signo y lo significado”, concordando con la sugerencia de Benveniste (1977: 49)[iv].

–¿Cómo ves? –le pregunté, después de que él leyó un texto que escribí.

–No sé… se ve bien. Tendría que preguntarle a mi maestro –meditaba con un dejo de incredulidad–. ¿Piensas en una condición o en condiciones?

Por supuesto que el concepto tendría que considerar aclaraciones y/o modificaciones. Pero parecía que había algo de evidencia en eso de la manifestación y el entendimiento.

–La condición está en advertir un enfoque de captación o en aprender un modo de percepción para obtener un entendimiento que sirva de algo, para conseguir un modelo que nos anticipe o nos anuncie un suceso.

Lo dije, retomando aquello sobre los saberes compartidos de los que hablaba Fabbri (2000)[v], en donde lo que se conoce requiere de un modelo.

–Pero entonces, ¿quieres hablar de captación o de percepción? –me cuestionó el estudiante.

–De ambas, pero utilizo la palabra captación, además de para no ser redundante, debido a que es un enfoque de captación el que se confiere en la condición, logrando una postura de entendimiento que puede ser aprendida en un modo de percepción. Pues ya sea captando o percibiendo, la condición está en entender algo de eso que se manifiesta, porque nos es útil para prever o pronosticar.

–Y, ¿cuál es la diferencia entre captar y percibir?

–Según yo, captar es una cualidad biológica, la de advertir. Y percibir es más bien el aprendizaje de un enfoque de captación, que puede darse a nivel biológico, pero que generalmente es otorgado a nivel social o cultural.

Okey. –Revisó nuevamente el texto y me preguntó–. ¿Cómo entiendes al contexto?

–El contexto es el entorno en el que se encuentra la manifestación y en donde se dan las circunstancias o se alinean los factores para poder entender.

–Pero según tu definición de signo, la captación o el enfoque de ella, es de incumbencia tanto en la condición como en el contexto –me cuestionaba–.

–Sí, yo creo que ambas. Captas el contexto y la manifestación, y enfocas para entender y prever.

Fue entonces cuando me di cuenta, y se lo esbocé, que el contexto no sólo es un entorno de realidad sino un entorno de encuentro con el signo. Es decir, es un entorno en donde la condición, entendida como el factor central, se distingue. Concibiéndose como esa índole, naturaleza o propiedad por reconocer algo, por enterarse de la existencia de un contenido útil. Pues ya sea advirtiendo o ya sea agudizando los sentidos para captar una manifestación, el objetivo, premeditado o no, está en entender algo de eso que se manifiesta, siendo evidente su existencia.

–Pero si hablas de reconocer algo, estás diciendo que ya se conocía –me miraba, algo extrañado.

–Sí, creo que sí. Aunque estoy hablando, más bien, de esa manifestación que ya se advertía o que se advertía de una similar, pero que no se entendía. Ya sea porque no se había considerado un entendimiento de ella o porque se entendía mal o de otra manera.

–Como en la película de, Todos los caminos llevan a casa.

–¡Ándale! Así, más o menos. Pero además, si reconocer implica examinar, estoy hablando de distinguir la condición adecuada. De observar los diferentes enfoques que hay para captar; como es el caso de las fotos que tomas, donde la luz es un motivo importante a captar.

Él sonrío y comentó:

–Entonces, para entender una manifestación, habrá que advertir en ella dos o más veces.

–En el caso de un signo, por supuesto que sí. Aunque también alguien podría mostrarte al signo, para que lo conozcas y lo reconozcas.

–¡Ah…! –Fue en ese momento que el pasante, como si trajera un as bajo la manga, me dijo–. ¿Es ahí en donde entran en juego los conocimientos previos?

–¿Los conocimientos previos…? Supongo que sí.

Los conocimientos previos… Yo ya había escuchado sobre ese tema. Sin embargo, observé que al respecto del conocimiento sígnico, éstos quizá no sólo son requeridos para entender, en el ámbito sígnico, sino para aprender sobre el ámbito sígnico. Es decir, no es lo mismo advertir un signo que proponer un signo o un modelo sígnico. Y lo que más coraje me dio, fue no contar con los conocimientos previos, en ese momento, para poder aclarárselo.

Pues si pensamos desde el campo de la sociobiología y nos detenemos a observar una impronta, es posible articular dichos conocimientos. Por ejemplo: un cachorro de león, en su exploración por la selva se tropieza con una serpiente. Ésta, en su intento por ser advertida, se manifiesta de alguna manera, ya sea a nivel sonoro, visual u olfativo. Entonces el cachorro capta esta manifestación y la asimila con una información; es decir, la entiende como una agresión o como una amenaza, alejándose del territorio de la serpiente por considerar a ésta, como un animal peligroso. Haciendo notar, de dicha impronta, que en la idea de asimilación podemos apreciar, en el hecho de comprender lo que se aprende, la incorporación de los conocimientos previos.

Es decir, concibiendo a la impronta como ese aprendizaje primario de reacción frente a un modelo sígnico, encuentro que ésta quizá no sea un principio sino un resultado de entender. Observando que el aprendizaje primario dado en la impronta se produce, más bien, a través de un orden bio-parental. Un orden que si bien se origina a nivel biológico, sabemos que se conforma en el desarrollo infantil, a través de las manifestaciones realizadas por los tutores o progenitores, desde el nacimiento y con el cuidado cotidiano. Así la impronta, considerando que es una acción de reconocimiento de una información en el entorno social, sería el resultado de advertir manifestaciones reiteradas en el seno familiar, logrando obtener de ellas un entendimiento social.

Ahora bien, si los conocimientos previos son esa información dada a nivel de manifestaciones bio-sociales, es evidente que éstos sí se constituyen como un elemento indispensable para el entendimiento, en el ámbito sígnico. Pero si dichos conocimientos son concebidos como un corpus o un marco de referencia, ya sea teórico o histórico, entonces sabemos que éstos son útiles, además, para comprender al signo. O, como ya se dijo, que son requeridos para aprender sobre el ámbito sígnico, para tener algún tipo de certeza, en mayor o menor medida, al momento de signar.

Tomando así por conocimientos previos a los empirismos o experiencias procuradas, a los aprendizajes bio-estructurales y a los demás hechos formativos e informativos. Podemos enfatizar en los aprendizajes dados en el orden de improntas y no como meras enseñanzas; es decir, en los aprendizajes propiciados por necesidades y no como obligaciones, considerando que en ellos radica o se propicia el conocimiento útil. Aunque, en cualquier caso, los conocimientos previos tendrían que ser utilizados para proponer una explicación y no para suponer una imposición o una acción pretenciosa. Recordando, además, que existen signos que se descubren, como las expresiones cotidianas, y otros que se aprenden por enseñanza, como los de la lingüística.

Por otro lado, cuando pensamos al contexto como un entorno de encuentro con el signo, estamos hablando de ese entorno de interés a abordar, en el que se dan las circunstancias para lograr la captación sígnica. De un espacio de encuentro y concordancia de factores, como la manifestación y la condición, que es ubicado para resolver o generar entendimientos. Un contexto que circunscribe las deducciones y conjeturas realizadas sobre el estudio sígnico. Y recordando que los sistemas no verbales, como dice Barthes (1971)[vi], requieren acompañamiento del hecho lingüístico, entonces este entorno inteligible, en la comunicación verbal de los hallazgos semiológicos, bien podría situarse en un contexto de opinión.

Considerando que en éste existe una producción de entendimientos que provee de una construcción de la realidad, entendida como un hecho estructuralista. Una producción que procura aquella posibilidad de significación sociocultural, necesaria para tener mejores condiciones de vida. Evidenciamos al signo no como una acción invisible (sólo visible desde el interior) sino como un hecho exovisible (visible hacia el exterior). Notando que un signo es una manifestación que existe realmente, porque nos damos cuenta de ella, porque la captamos (por medio de los sentidos) y no porque la imaginamos. Adquiriendo la cualidad de signo, cuando logramos entender algo de ella, cuando reconocemos en ella un dato útil, real y comprobable, no una ilusión.

Puntualizando que un modo de percepción es un aprendizaje sígnico; es un enfoque de captación que se aprende, para poder entender en materia de un determinado perfil de manifestaciones. Para poder observar “lo que es” o lo que hay en una manifestación y no para fingir que observamos algo que no hay o para mentir, como disimula Eco (2000). Un aprendizaje sígnico que tiene por propósito, el de materializar y estructurar un conocimiento, advirtiendo el uso de la razón y de la lógica. No para construir un simulacro de los objetos observados, como lo sugieren Barthes (1971) y Beuchot (2004), si entendemos por simulacro no sólo a la ausencia de verdad sino a la ausencia de realidad.

Pudiendo acotar que este concepto de signo seguramente modificaría sus componentes tradicionales. Pues en lugar de constar de un significante y un significado, tendría que constar de una manifestación o un manifestado (una unidad verbal y/o no verbal) y de un entendimiento o un entendible (una idea, noción, información o inferencia). Reservando el hecho de significar a la experiencia que se obtiene de entender; es decir, en el caso de la impronta observada, a la asimilación que se genera en el cachorro de león, debido a la advertencia que produjo la serpiente.

Y siendo ambiciosos, creemos que el entendimiento (y no la lengua) es el objeto de estudio de la lingüística para ser considerada como una ciencia. Comprendiendo que las manifestaciones lingüísticas (llámense letras, palabras o frases) ya han sido determinadas y gramatiqueadas. Siendo el entendimiento y no la lengua, ese objeto univoco que nos ofrece los principios de unidad y de clasificación, planteados por Saussure, entre otros autores, que han pensado en una ciencia del lenguaje. Observando que el entendimiento es aquel descubrimiento buscado por Saussure y por Benveniste (1977: 50-51), preocupados en enfocar ese “principio de unidad que domina la multiplicidad de los aspectos” con que aparece el lenguaje, y que permite “clasificar los hechos del lenguaje entre los hechos humanos”. Sin necesidad, en el entendimiento, de reducir el lenguaje a la exclusividad de lengua para satisfacer esta doble condición.

Encontramos a la semiótica o semiología como una ciencia en la que se estudian los signos, según su condición asignada en el lenguaje, en el sistema o en el contexto en el que se encuentran. Una ciencia instrumental de otras ciencias y materias (como la lingüística), que da respuesta a los problemas de entendimiento, a partir de las manifestaciones planteadas, y en donde se consigue observar significaciones intersubjetivas.

¡Ha!, por cierto, olvidaba decirles que Ariel, es mi hijo y colaborador en la realización de este texto.


[i] Conversaciones del autor con Ariel O. Orenday Martínez, sobre semiología. Realizadas durante los años de 2022 y 2023, en Tulancingo, Hidalgo.

[ii] BEUCHOT, Mauricio. (2004). La semiótica. Teorías del signo y el lenguaje en la historia. México: Fondo de Cultura Económica.

[iii] ECO, Umberto. (2000). Tratado de semiótica general. España, Barcelona: Editorial Lumen.

[iv] BENVENISTE, Émile. (1977). Problemas de lingüística general II. México: Siglo XXI editores.

[v] FABBRI, Paolo. (2000). El giro semiótico. España, Barcelona: Editorial Gedisa.

[vi] BARTHES, Roland. (1971). Elementos de Semiología. Madrid: Alberto Corazón.