El edificio Quintiliano de la Universidad de La Rioja, fue testigo durante cuatro días —del 1 al 4 de octubre de 2025— de un fenómeno que cada vez se hace más frecuente: la reunión de las múltiples voces que piensan el signo desde el sur del mundo.
En Logroño, en la Universidad de La Rioja se celebró el XI Congreso Latinoamericano de Semiótica (FELS), un encuentro que no solo convocó a académicos, investigadores, teóricos, estudiantes, sino que también propuso un acto simbólico: el regreso de la semiótica latinoamericana al territorio donde el español comenzó su largo viaje de mutaciones y mestizajes.
“El español desde los múltiples lenguajes latinoamericanos: transformaciones y debates”, como lema del encuentro, funcionó como un mapa abierto: cada ponencia, cada conversación de pasillo, en el cafetín, en cada café compartido fue una forma de también significar el mundo desde la memoria y la presencia… No se trató de un congreso cerrado, sino de una curaduría de voces que hicieron visible la tensión entre la lengua y la experiencia, entre el signo y la vida.
Este primer aire de otoño acompañó las jornadas en las que se habló de Saussure, pero también de los excombatientes en Colombia, de la semiótica digital, del silencio como signo, del cuerpo como escritura, de la escritura como posibilidad… Annet Henault abrió el ciclo con una conferencia plenaria que devolvió a Ferdinand de Saussure a su condición de explorador como un pensador del devenir. “Ferdinand de Saussure, ayer y mañana” una invitación a volver a leer el signo como un proceso vital, no como una fórmula.
Clotilde Pérez, Presidenta FELS, con la lucidez de quien lee el presente desde dentro, expuso “La ecología semiótica del consumo digital: entre sujetos humanos, mercancías y algoritmos”, un acercamiento sobre cómo los signos se desenvuelven en las pantallas. Su intervención fue una advertencia: la semiótica ya no habita solo los textos, sino los sistemas invisibles que gestionan nuestras emociones y deseos para el consumo.
Desde otro ángulo, Neyla Pardo ofreció una lectura política de la semiosis contemporánea en “La paz en Colombia. Excombatientes en acciones y procesos de paz”, donde indagó en la reconciliación y el trauma social como un gesto sígnico: hablar, escribir, recordar, son también formas de rehacer el tejido social. Su ponencia no solo resonó como reflexión, sino como acto de reparación simbólica de la realidad latinoamericana.
El venezolano José Enrique Finol, con su propuesta de la Oiko-semiótica, nos devolvió la idea de la semiótica como una casa construida desde el lenguaje que habitamos. En su voz, el signo fue también hogar, territorio, poética de lo cotidiano, espejo y memoria que construye sentidos. Mientras que Carmen Fernández Galán Montemayor hiló la historia secreta de la poesía, recorriendo los caminos donde la palabra se hizo imagen, la imagen poesía muda y la mirada semiótica como una “Gramática audaz y escrituras jeroglíficas”.
Carlos Alvar y su conferencia “El silencio de los monasterios”, entre anécdotas y análisis históricos de la lengua, trazó una reflexión sobre la semiótica del silencio: ese otro lenguaje que no necesita palabras, pero que funda el sentido. En un mundo saturado de discursos, su voz recordó que lo indecible, desde la épocas de los monasterios, también comunica.
Y cuando el congreso entraba en su último día, en el acto de clausura que se realizó en el Salón de la Lengua del Monasterio de San Millán de la Cogolla, junto a la Rectora de la Universidad de la Rioja, el Concejal de Cultura del Gobierno de la Rioja, la Presidenta de la FELS y el co-organizador del congreso, le otorgaron la Medalla FELS a Darío Villanueva, Norma Tasca, y una sorpresa al concedérsela a José María Paz Gago, a ellos por la valiosa labor al estudio de la lengua, de la semiótica, y por el mérito que implicó la revista especializada Cruzerio semiótico y la continuidad para el presente.
La conferencia de clausura estuvo a cargo de Darío Villanueva, exdirector de la Real Academia Española, quien extendió el horizonte del lenguaje a partir de la premisa “El valor del Español de todo el mundo” donde se refirió al idioma como lengua en expansión, viva, cambiante, potenciada en la presencia de Internet y las nuevas formas de interacción. Su lectura del idioma fue también una metáfora del propio encuentro: una lengua que se abre, se mezcla y se reinventa en el diálogo con sus variantes latinoamericanas.
Sin embargo, lo más valioso del congreso no fueron solo las conferencias plenarias. En los pasillos del edificio Quintiliano, se cruzaron más de noventa personalidades y junto a ellos sus ponencias, procedentes de Brasil, México, Colombia, Venezuela, Chile, España, Francia, Perú, Argentina, Puerto Rico, Portugal. Hablaron del español en las redes sociales, de la semiótica de la moda, de las poéticas digitales, de la ecosemiótica, de los signos de la inteligencia artificial… La interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad no fueron simples modelos de cruces investigativos, pues se respiraban en el aire, como si el congreso mismo fuera una obra perfomática colectiva de significación.
La presencia latinoamericana en España tuvo una carga simbólica que iba más allá del intercambio académico. Era el retorno del signo al lugar de su origen, pero no para repetirlo, sino para transformarlo. América Latina, con su diversidad de acentos, cuerpos y narrativas, llevó al congreso una manera de pensar el signo desde la experiencia viva: la semiótica del sur, tejida en la mezcla, la oralidad, la música, los signos de la cotidianidad, la narrativa, la protesta, la historia, la retórica, la discursividad, el consumo, la decolonialidad, la moda, la crisis, la sociedad, la lengua y sus mutaciones, la transmedia, la recepción, la redes sociales, lo educativo, comunidades imaginadas, el feminismo, la disidencia, el cuerpo, la publicidad, el juego, la traducción, el cine, lo cultural, la poesía y junto a ello la diversidad de discursos que han aparecido en la era digital.
El aula magna y la sala de grados fueron los espacios donde los signos vibraban con distintos tonos. A veces el español sonaba a samba, a cumbia, a corrido mexicano, a canto gregoriano, a tango, a rap urbano. La lengua, que alguna vez cruzó el océano como imposición, regresaba ahora en forma de diálogo: plural, desobediente, mestiza.
En los corredores, algunos asistentes hablaban de la semiótica latinoamericana, como una ciencia que se atrevía a leer lo digital sin perder la mirada humanista, que estudia los algoritmos, pero también las emociones; que se aproxima al cuerpo, al gesto, a la danza, a la política, y a la memoria como lugares de producción de sentido, pero que no deja la noción del interpretante como productor de sentidos. Cuando el congreso llegó a su fin, una sensación generalizada persistía, las gracias a Miguel Ángel Muro y José María Paz Gago como directores del congreso, junto al equipo que hizo posible que se llevara a cabo.
Quizás porque los signos, al igual que los cuerpos, viajan, mutan, se contaminan y regresan al lugar donde se enuncia, esta cartografía de los signos que aún se está trazando, muestra una dirección clara: pensar la significación desde los márgenes, desde las periferias que también producen conocimiento. No se trata de reemplazar una semiótica por otra, sino de abrir el mapa de la ciencia de los signos a otras coordenadas culturales y la presentación de las revistas de la FELS, deSignis, Cruzeiro semiótico y El Signo inVisible, así lo demostró.
Lo latinoamericano, ya no es solo un territorio geográfico, sino una forma de leer el mundo: desde la herida, desde el cruce, desde la esperanza, porque la semiótica de hoy no se hace solo en los libros, sino en la vida misma. Como nos sucedió durante el recorrido al viñedo de David Moreno, la degustación y luego la cena, donde celebramos el haber pasado por ese lugar mítico y misterioso que es el Monasterio de San Millán de la Cogolla, donde se atribuye el origen del Español en los versos del primer poeta de la lengua Gonzalo de Berceo. Muchos siglos después, esa misma energía por el idioma, fue capaz de congregar a múltiples voces de la semiótica, quienes dejaron una huella, una suerte de palabra ilimitada que se recordará, por un buen tiempo, porque la semiosis no conoce fronteras, y toda lengua —como dijo Víctor Fuenmayor— crea una tensión en alguna parte del cuerpo.
Fotos cortesías
Puedes descargar la edición especial de la revista El Signo inVisible sobre el XI Congreso FELS en: