Signos vitales
Pienso en mi hermano Ramón y en lo que se mueve en las noticias y redes sociales sobre el mural religioso más grande de Venezuela, pero también pienso en otros titulares como, por ejemplo: El mural más pequeño pintado por el espíritu más grande de los muralistas actuales venezolanos.
El Paseo de la Cruz y el Mar de Puerto La Cruz es el escenario. Supe que no había una grúa tan grande en la ciudad que fuera posible llegar hasta lo más alto del muro, que está adjunto a un edificio residencial —que por cierto es muy parecido a donde nosotros nacimos— así que el equipo de logística de la Gobernación del Estado Anzoátegui tuvo que habilitar unos andamios, y con ello todo el aparataje de seguridad que se necesita para estos casos:
“Amárrate bien Ramón”, “Sí, que se amarre bien” era lo que le decía y mis hermanas confirmaban el mensaje.
Ramón desde hace años viene haciendo un trabajo arduo e impecable dentro del muralismo, sobre todo porque supo mezclar el arte urbano con técnicas clásicas de la pintura, es decir, pintar a mano como en los viejos tiempos, sin caerse a pasión ni anticipar la gloria. Supe también que ha sido un reto para él, el más grande, el más simbólico, porque pintando a la Virgen del Valle desde esa magnitud, sería también una conexión especial para orarle, pedirle, estar conectado con la sagrada divinidad desde la fe, la gratitud, y el privilegio donde su don estaba siendo revelado en ella y ella en él, como en una comunicación secreta donde no había intermediario, sino la inmensidad, quizá ese es su motor invisible con el que ha alcanzado la grandeza y el reconocimiento de sus pares comunes y los espectadores.
Ramón siempre le ha tocado destacarse en la pintura, una, por sobrevivencia estética, y dos, porque así vino predefinido al mundo mientras se fue especializando con factores externos: continuidad, educación y referencialidad. Diría mi mamá que siempre ha sido un bendecido, y esa bendición también se ve lograda en un intento tras otro al querer superar sus propias marcas. Marcas que ahora preciso desde una sintaxis pictórica particular donde el contenido incluye por naturaleza al ser social, el lenguaje visual y bidimensional le ha permito expandir y dialogar con diferentes técnicas, aunque nos consta que siempre ha sido fiel a su primer amor: la pintura.
En Los edificios de Los Cerezos del mismo Puerto La Cruz, ha ido realizando un museo abierto, lugar donde ha podido inmortalizar a Yulimar Rojas, Oscar D´ León, Toquita Mejía. Recuerdo que también en otros lugares de Anzoátegui pudo pintar al poeta Gustavo Pereira, unos flamingos fucsias y a unos pescadores que terminaron pescándolo a él.
Ramón Pimentel es una máquina humana hacedora de realidades pictóricas, un sujeto poseído por la brocha, los rodillos, el acrílico, el lápiz y el carboncillo, recientemente ha estado asistido de otros compañeros pintores que le hacen el coro visual. Supe que cuando no sabemos nada de él es porque está descansando después del trabajo arduo que significó haber hecho este mural en 17 días, de 600 metros cuadrados (36 metros de altura x 16 de ancho), y detrás ser implacable con su responsabilidad de entrega para poder inaugurarlo el Día Internacional del Turismo, con la presencia de las autoridades del Estado; eso sí, sin descuidar la estética, las formas, el contenido, la precisión de colores y sus profundidades tanto de significación psicológicas como visuales.
No puedo dejar de pensar en una influencia religiosa que vimos a diario durante cierto tiempo en nuestra infancia-adolescencia en el Estado Trujillo como lo fue La Virgen de la Paz y claro que es un monumento distinto, realizado con otra técnica, desde otra especialidad, en otra geografía, pero creo que subconscientemente ella ha estado ahí dentro de él y esta vez le tocó redimensionarla en otra advocación, tocar la inmensidad, llegarle a los transeúntes y creyentes, a aquellas personas que tienen una conexión especial con su patrona, en un lugar paradisíaco donde la playa se une con el paisaje que ahora ve la virgen a través de los ojos de Ramón y Ramón ahora ve otra realidad desde los ojos de ella.